sábado, 10 de abril de 2010

COLUMNA SIN NOMBRE

Columna sin nombre
Pablo Jair Ortega
www.columnasinnombre.com
pablojairortegadiaz@gmail.com
10 de ABRIL de 2010

EL MIEDO AL RENAUT Y AL GOBIERNO

Bien por el fregueretal de usuarios mexicanos de celular que no se unieron al club de la paranoia para registrar a tiempo su celular antes de la media noche de este sábado.

En verdad hay que reconocer a aquellos que se tomaron a tiempo la medida de acudir a una oficina operadora de su móvil, cosa que no lleva más de 5 minutos para que una hermosa chaparrita de piel blanca, sonrisa angelical, pelo negro lacio, te diga con toda la ternura “Ya está registrado su número, señor”, mientras por dentro te derrites porque quieres hacerle el amor ahí mismo.

Felicidades a aquellos que fueron prácticos y mandaron un mensaje con la palabra “ALTA”, seguida por un punto y luego la CURP al 2877, para que entonces quedara registrado en tiempo de nada el número del móvil.

Este viernes, tuvimos la oportunidad de ir a darnos una vuelta por las oficinas de los operadores de telefonía celular y viera usted la cantidad de gente formada o ahí amontonada, que lo primero que uno piensa es que se trata de otra campaña del PRI y que por ahí anda Javier Duarte.

Pero nel, se trataba de cientos de usuarios de todas las edades, a que menos de 48 horas de que venza el plazo para registrar el celular, hicieron espacio en su agenda para acercarse a las oficinas de MoviStar, Telcel o Nextel (Iusacell no, me cae gordo); hoy estuvieron más que movidos los asesores de venta pero no en calidad de vendedores, sino en calidad de cómo diablos registro mi teléfono.

En la banqueta, un señor de la tercera edad se quebraba la cabeza tratando de recordar lo que le había explicado la señorita, con su CURP a la mano y preguntándole a otra persona a su lado que tenía qué hacer porque se le había olvidado.

La fila en Telcel era como si regalaran IPhones, y ahí estaba toda la banda que de última hora --para no perder el estilo mexicano-- se acordó de la cosa esa llamada “RENAUT”.

Mientras, en redes sociales como Facebook, sorprendieron mensajes como uno escrito desde Tabasco: “Ajá, ya mero le voy a dar mi teléfono al gobierno, para que al rato me llamen los Zetas”.

Lejos de la realidad, porque el gobierno seguramente se lo vendería al Chapo o al Mayo, con eso de que forman parte del cártel favorito del sexenio.

Cierto, el gobierno se ha ganado a pulso la desconfianza ciudadana para dudar en darle datos confidenciales como el número del celular, máximo con precedentes como el registro de electores que de la nada lo tiene Juan Mapache Hildebrando para hacer menjurjes electorales.

Tampoco se explica uno cuando de repente llaman a la casa de la empresa tal y que si me interesan --que no, coño-- descuentos en larga distancia… ¿Cómo diantres supieron el número? Sólo mi tío Carlos o alguno de sus empleados lo sabe.

Pero esto no debe ser justificante o pretexto para que una minoría grandota (cerca de 30 millones hasta este viernes) reniegue de registrar su número de celular cuando ya más de la mitad de los usuarios lo realizó sin hacerla tanto de jamón. Sin pensar de manera absurda que cada uno de los millones de usuarios tendrá un oreja para saber qué diablos se habla por el celular, cuando con tanta violencia y tanto miedo ya hasta en lugar de decir Zetas, se dice “la última letra del alfabeto”.

Es decir, ya tenemos al menos un par de décadas con el famoso celular, y en este tiempo hemos aprendido que se puede decir o no decir por teléfono; que si las incautas que aparecen tomándose videos tipo Belinda son bajo su propia responsabilidad al mismo tiempo que debe someterse a quien abusa de la confianza en las relaciones íntimas.

¿A poco los mexinacos no hemos madurado hasta hoy como para saber qué decir por el teléfono? Digo, en ese contexto de que el gobierno todo lo oye, todo lo sabe y es el Big Brother, entonces a estas alturas no creo que alguien diga abiertamente “No, pos la neta voy a ir por un pericazo nomás que termine mis asuntos en la Secretaría de Educación”, o “A ver, mándame unas botellitas de cogñac, que sean de 15 y 16 años y que además sean hondureñas”.

En la chamba de medios --y con periodistas paranoicos como un servidor-- cuidamos hasta la ignominia el saber qué decir por teléfono porque no sabemos quién está del otro lado del auricular.

Para aquellos que no lo registraron pos lástimas Margaritos; no cabe duda que nunca faltan pretextos para justificar la desidia y el miedo a un gobierno que dicen nos persigue, espía y hasta sabe a qué horas vamos a soltar el submarino al retrete.

Para ellos, parafraseando a un batracio periodista de Coatza: “¿Sos o qué?”

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