Y DESPUÉS DE MAÑANA, ¿QUÉ?
Por Renato Consuegra / *
México, D. F., a 30 de junio de 2012
Como cada sexenio, acabó la venta de ilusiones. A punto está de concluir también el concurso de popularidad. Quedó atrás el uso de la retórica como imán de venta e inducción al mesianismo. Estamos a la espera por la llegada de un mesías o héroe que establezca un nuevo orden y nos conduzca a un mundo utópico. El hastío ciudadano habrá de comerse muchas mentiras y quizá, por desencanto, volvamos al mismo lugar de donde alguna vez partimos.
El furor por conocer a quién habrá de gobernar los siguientes seis años está por concluir y, también, como ha ocurrido tradicionalmente, la participación de los mexicanos en la vida pública de nuestro país.
Todo mundo después del domingo bajará la cortina, en el mejor de los casos. Dejará que quien haya sido ungid@ el primer domingo de julio haga lo que pueda, como pueda o como mejor le den a entender sus capacidades y las de sus colaboradores y asesores.
Total, ya se disfrutó de tres meses harto movidos, y si nos somos menos estrictos, casi un año de movida electoral. La gente ya se desgastó. Es tiempo de echarse a la hamaca y esperar seis años más, para alimentar cada día, de nuevo, la frustración colectiva para llegar con ganas al 2018.
El político por lo general no cree en la gente ni la gente cree en los políticos. Lo que se hace es un acto de fe, de esperanza, una ilusión. Ahí se queda todo. Y mientras, los primeros generan soluciones mentirosas, la mayoría de las veces generadoras de problemas para el futuro, los segundos se ocupan en sobrevivir a los cambios económicos internos y externos, que da lo mismo, afectan por igual.
Se dejará a quienes manejan la percepción mediática que construyen un enemigo al que vencer en la próxima contienda, alimentada por el fracaso natural que genera el ejercicio del poder público.
Triste panorama para México si esto ocurre, de nuevo.
Desempleo, mediocre productividad, incremento de la delincuencia del fuero común y organizada, violencia, bajos niveles de educación, rezago en desarrollo humano, escaso compromiso con una democracia verdadera y no simples embarradas de fantasía deben ser los temas a mantener en el debate de la esfera pública.
Si México ya dio el paso de la alternancia, no puede volver a repetir errores. Debe hacerse sentir a quien llegue, que si no realiza el trabajo que sus mandantes, los gobernados, quieren, el grupo político que lo acompaña perderá el poder la siguiente ocasión.
Hace falta generar una agenda ciudadana sobre los temas relevantes que permitan al país un avance verdadero y no el que regalan los funcionarios a través del discurso y la retórica hábilmente dirigida. La administración del país debe quedar realmente en las manos de la ciudadanía, la cual debe señalar a sus representantes, el camino hacia dónde dirigir los esfuerzos del país y evitar reformas cosméticas o cambios de rumbo con sentido patrimonialista.
Es necesario crear una ciudadanía responsable, seria, honesta consigo misma, que conduzca el debate nacional hacia los temas de fondo, los trascendentes, los que permitan a México erguirse como una democracia y país que deben merecerse sus habitantes, dado que es común entre los gobernantes llegar con un discurso y desarrollar su gestión con otro o asumirse en campaña de manera eterna.
Un mandatario será un buen presidente si tiene una sociedad participativa, que le impida tomar decisiones unipersonales, equivocadas, dolosas, omisas o simplemente sin trascendencia para justificar el cargo.
La solución de los problemas tanto por parte de los gobiernos como de la ciudadanía no puede estar del lado de la fuerza y de la violencia, sino del uso de la razón y la capacidad de negociar, es decir, de ceder en un beneficio mutuo, compartido.
Para lograr esto es necesario, urgente, forzoso, que exista una ciudadanía consolidada, con la capacidad de frenar los excesos de poder y, también, una prensa fortalecida –que no fuerte—en la cual sean la investigación y la información su principal punto de negocio, lejos de su cercanía con el poder.
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(*) Renato Consuegra es periodista, Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí y director de Difunet y Campus México. Esta columna es publicada en el sitiohttp://www.ricardoaleman.com.mx/index.php/plumas-invitadas/renato-consuegra
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