domingo, 4 de diciembre de 2011

MIERCOLES 7, DIA DEL NIÑO PERDIDO

Miércoles 7, Día del Niño Perdido
Tradición que llegó para quedarse

Por Luis González Romero

Poza Rica, Ver.- La celebración del Día del Niño Perdido llegó a Poza Rica para quedarse y cada año hay mayor participación del pueblo en el encendido de las velitas, tanto en espacios públicos, como frente a los comercios y los casas en cada una de las colonias, en donde la ciudad se ilumina desde las siete de la noche, convirtiendo en todo un espectáculo y además un atractivo turístico.
Cada 7 de diciembre Poza Rica se ilumina con la luz de miles de velas que niños y grandes colocan en las fachadas de sus casas con el fin de ayudar a buscar al Niño Jesús que se ha perdido, y en algunas ocasiones las mismas autoridades han fomentado esta bella tradición regalando miles de velas; pero aunque ello no ocurra la gente se prepara desde hoy con las compra de las velas.
Sobre ésta celebración se han escuchado diversos comentarios, pero según el relato de Lucas, en el viaje de regreso a Nazaret, María y José, después de una jornada de viaje, preocupado y angustiado por el niño Jesús, lo buscan inútilmente entre sus parientes y conocidos, pero sin resultados, por lo que aún más se angustian.
Vuelven a Jerusalén y, al encontrarlo en el templo, quedan asombrados porque lo ven “sentado en medio de los doctores, escuchándoles y preguntándoles” (Lucas 2, 46). Su conducta es muy diversa de la acostumbrada.
Seguramente el hecho de encontrarlo al tercer día, revela a sus padres otro aspecto relativo a su persona y a su misión, sobre todo al estar interesado por los grandes problemas de la humanidad y era sobresaliente que a su edad incursionara e interactuara con personas mayores.
Jesús asume el papel de maestro, como hizo más tarde en la vida pública, pronunciando palabras que despiertan admiración: “Todos los que lo oían estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas” (Lucas 2, 47)., manifestando una sabiduría que asombra a los oyentes, comienza a practicar el arte del diálogo, que será una característica de su misión salvífica.
Su madre le pregunta: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?, mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando” (Lucas 2, 48); se podría descubrir aquí el eco de los “porqués” de tantas madres ante los sufrimientos que les causan sus hijos, así como los interrogantes que surgen en el corazón de todo hombre en los momentos de prueba.
Cuando un niño se extravía, cualquiera que sea el motivo, los padres se angustian, se desesperan, corren, buscan, preguntas su alguien lo ha visto y conforme pasan las horas el dolor es más fuerte para la madre, para el padre y quisieran que una luz los guiara hacía el lugar donde se encuentra el niño perdido.

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