martes, 22 de noviembre de 2011

MITOS Y OTROS CUENTOS

“MITOS Y OTROS CUENTOS”

Por: Lic. Jesús Araujo López

CONÓCETE A TI MISMO.

“Conócete a ti mismo”. Se dice que estas palabras estaban inscritas en la puerta del templo de Apolo en Delfos, lugar de culto en la antigua Grecia. A pesar de que se suelen atribuir a Sócrates (470 a.C. – 399 a.C.), su origen se remonta más allá del siglo VI a.C., en realidad esta frase se pierden en la historia de la filosofía ya que entraña un gran e interminable misterio que a cada quien, en la intimida con su alma le corresponde dilucidar.
La importancia de esta frase radica en que por medio de ella, se busca que las personas hagan un viaje hacia su interior, se conozcan y se reconozcan para que una vez conscientes de si mismos se pueda comenzar el saneamiento de las almas para apartarlas del martirizante sufrimiento que diariamente se afronta en la vida, así, una vez iniciado este proceso de sanación se pueda ascender al plano superior donde se encuentra la felicidad, esa felicidad que el humano tanto anhela con alcanzar algún día.
Sócrates nació en Atenas en el 470 o el 469 a.C., La atracción que Sócrates ejerció entre sus contemporáneos no se apoyaba, en un físico agraciado. Muchas veces fue comparado con un sileno o un sátiro, por sus ojos saltones, nariz chata y respingona, labios gruesos y carnosos y un abdomen considerable. Los antiguos narran una anécdota según la cual un adivino sirio, Zopiro, sin tener conocimiento de quién era Sócrates, le dijo que su rostro le denunciaba como estúpido y libidinoso; ante tal disparate los espectadores se rieron, pero Sócrates confesó que era verdad y que sólo la educación le había permitido superar estas malas inclinaciones. En este mismo sentido Platón lo comparaba con los silenos, por fuera grotescos y por dentro llenos de dioses.
Este viaje hacia adentro no es fácil, ya que de manera irremediable nos confronta tarde o temprano con nuestros miedos e inseguridades, es decir, con nuestra ignorancia e inconsciencia. Es enfrentarnos ante nuestra realidad desnudos de cualquier apariencia en las que comúnmente escondemos nuestras miserias. Armarse de mucha valentía es esencial, es podría decirse, un acto heroico que pocos afrontan ya que prefieren seguir en la realidad exterior donde la banalidad es la vestimenta adecuada para quienes intuyen su vacío interior; pero, permanecer fugitivo de uno mismo no se puede lograr indefinidamente, pensarlo es una quimera, todos somos conscientes de que la realidad algún día nos alcanzará.
Efectivamente, sabemos que podemos mentir y engañar a las personas por mucho tiempo sin embargo, a nosotros mismos jamás nos engañaremos, sabemos que son infructuosos los esfuerzos que hagamos, esa no es la solución, afrontar nuestra realidad nos llevará a obtener el pleno conocimiento de nuestras capacidades y de nuestras debilidades para estar en condiciones de fortalecer nuestras virtudes y minimizar el riesgo de aumentar nuestras debilidades.
Lo anterior podrá ser alcanzado partiendo de la premisa que no conocemos nuestro interior plenamente, y que se está en la disposición de hacerlo. Auto conocerse permitirá que nuestra alma y nuestro corazón se ennoblezca y seamos más generosos con nosotros mismos y con los demás, lo que se verá reflejado en nuestra proyección positiva en cada plano de nuestra vida irradiando un aura de positivismo y de espiritualidad.

No en vano, la vida es un continuo proceso de aprendizaje, cuyo propósito último es trascender el egocentrismo para ser felices por nosotros mismos y aceptar y amar a los demás tal como son. El camino –y también la meta– es trabajar en la evolución de nuestra propia consciencia, que implica vivir siendo conscientes de nosotros mismos, sintiendo nuestro ser aquí y ahora. Al ser constantes en esa labor interior, llegará el día en el que sin darnos cuenta todos seremos uno, quedando atrás cualquier diferencia que en otras condiciones hace que nos distanciemos.
El aforismo “Conócete a ti mismo”, ha sido atribuido a varios sabios griegos antiguos: Heráclito, Quilón de Esparta, Tales de Mileto, Sócrates, Pitágoras y Solón de Atenas. Otras fuentes lo atribuyen a Femonoe, una poetisa griega mítica. En una discusión acerca de la moderación y el autoconocimiento, el poeta romano Juvenal, cita la frase en griego y declara que el precepto desciende "de cælo" (del cielo).

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