“Creo en México”,
30 de agosto de 2011
Manlio Fabio Beltrones Rivera
El presente texto requiere una aclaración. Este espacio de reflexión estaba concebido para compartir un balance de los 12 meses en los que fui presidente del Senado de la República. Mi intención era cumplir con un deber cívico inspirado en los valores de la transparencia activa y la rendición de cuentas.
Sin embargo, el escenario de México se ha modificado. El acto de terror en Monterrey lo ha cambiado todo. Ya nadie quiere escuchar explicaciones. Ya nadie quiere recibir condolencias. Ya no cabe un diagnóstico más, una ocurrencia más. Es la hora de hacer, la hora de decidir, la hora de ofrecer soluciones reales a los mexicanos. Es una convocatoria a superar el miedo que nos paraliza. Superar el miedo para buscar un nuevo rumbo.
Como presidente del Senado he visto con preocupación la forma en que el miedo se ha convertido en norma. El miedo corroe la confianza entre ciudadanos, debilita la discusión, cierra puertas a la inconformidad y termina debilitando a la democracia. El miedo y la democracia son incompatibles. El miedo limita la libertad, restringe las ideas, y uniforma lealtades de manera perversa. Hoy vivimos sobre el miedo. Miedo al fracaso, a la pobreza, a la inseguridad, a la exclusión, a los delincuentes, a perder el trabajo, a perder la vivienda, a perder a un ser querido.
No comparto la política del actual gobierno, y lo he expresado públicamente.
Pero contra el crimen debemos apoyar sin regateos al presidente Calderón por una razón simple: el fracaso de un gobierno es el fracaso de un país entero.
No podemos permitir que el miedo marque la pauta de nuestras acciones, de nuestras decisiones y de nuestra visión de la sociedad. No aceptaré que lo que nos guíe sea el miedo y no la razón. ¿Qué falló? ¿Cómo terminamos en este ambiente de tensión? Falló la política. En nuestro país la política dejó de ser el elemento para unir extremos. La política dejó de servir para reorientar las causas ciudadanas, y el poder no fue entendido como un medio para lograr la transformación social. Estamos a punto de cometer el mismo error. El país se encuentra atrapado por la violencia; hoy que perseguimos a los cobardes que disparan contra sus compatriotas y traicionan a la patria; hoy que México es Monterrey y México es San Fernando, muchos políticos están más interesados en “la gran fiesta electoral” del 2012; sudamos calenturas, alimentamos ambiciones, pero no nos hemos detenido a reflexionar en qué condiciones estará el país ese día de las elecciones. No es correcto que un partido inicie el proceso de selección de su candidato, sin antes haber definido su propuesta de nuevo rumbo de país. Porque gane quien gane, sin reformas y un gobierno de coalición, México será ingobernable.
Debemos luchar porque la violencia no sea un obstáculo para el desarrollo económico y se termine convirtiendo en un riesgo para los procesos de afirmación democrática. Ese es el gran riesgo que hoy corremos: la inseguridad produce miedo y una sociedad con miedo resulta más temerosa a los cambios. No podemos obligar a la sociedad a optar por sacrificar libertades a cambio de tener paz; orden a cambio de derechos fundamentales.
Es un retroceso que no debemos permitir. En México nunca más la percepción del caos y la incertidumbre debe promover actitudes y valores que privilegian la sumisión absoluta a la autoridad y el uso de la fuerza para mantener lo que hoy tenemos. Debemos actuar ya para que la violencia no ponga en riesgo la vitalidad de los espacios públicos; para que no haya desconfianza entre vecinos; para que no se amenace la cohesión social.
La violencia se combate, pero también se previene. La inseguridad es causa de la convergencia de una serie de factores ligados a vulnerabilidades humanas y sociales. Es posible construir una sociedad más segura si se atienden las formas de vulnerabilidad en que prolifera la violencia y si se fortalecen los mecanismos colectivos de protección y capacidad de las personas.
El mañana es hoy. Las decisiones que hoy tomemos definirán al México de mañana. Hoy que la violencia nos convoca a la unidad, debe servirnos para enfrentar la impunidad, la corrupción, la impotencia y la indignación. Es la hora de redefinir la presencia militar sin disentir sobre la conveniencia de utilizar la violencia legítima y el Estado de derecho para regresarnos la paz.
El autor es presidente del Senado de la República
beltrones@senado.gob.mx
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