domingo, 8 de noviembre de 2009

INGRESO CON VIDA AL HOSPITAL Y A LOS POCOS MINUTOS SALIO MUERTA


08/11/09…..

Desgarrante historia de vida

INGRESO VIVA AL HOSPITAL
Y EN MINUTOS SALIO MUERTA

Del árbol caído todos hacen leña

Por Luis González Romero

Poza Rica, Ver.- Angélica Alexandra apenas tenía once años cuando la hepatitis acabó con su vida y sus padres se enfrentaron a un verdadero calvario, primero en el Hospital Regional Poza Rica y después con los representantes de la Funeraria Santa Mónica, comprobándose una vez que “del árbol caído todos hacen leña”, como lo podremos constatar en esta historia de vida, cuyos hechos se enmarcan en la pobreza y la ignorancia.

Hepatitis, diagnóstico a destiempo y sin cuidados necesarios, la vida de Angélica Alexandra culminó a los once años. Su madre relata la estrategia de empleados de la funeraria Santa Mónica para cautivarla como cliente, con un paquete de servicios que finalmente se incumple.

El proceso del padecimiento ocurrió después de las vacaciones de verano, cuando la familia entera visita a Don Alberto, el padre, en la ciudad de Matamoros.

Antes de iniciar el viaje de regreso, como madre, Micaela detectó la falta de apetito de su hija. Llegaron a Poza Rica y los días transcurrieron, la niña se mantenía en la misma actitud.

Dos médicos la revisaron, el primero diagnosticó la Hepatitis. El segundo no profundizó. Micaela no sabe explicarse que provocó que minara la salud de Angélica. Describió el comienzo del final, falta de respiración y el cuerpo casi inerte.

Con el apoyo de sus vecinos, Micaela trasladó en un taxi a su hija menor al Hospital Regional. La recibieron, la internaron en el área de urgencias, de donde sacaron a la madre para que no estorbara. Quienes le prestaron asistencia médica, salieron para informar que Angélica ya estaba muerta.

Aunque no lo podía creer, les aseguraba que su cuerpo estaba tibio y aun latía su corazón. “Me dijeron: te engañaste. Ella murió de un infarto en lo que la trasladabas”. Esos momentos, para Micaela, las ideas no le asentaban ni tenían sentido porque había perdido a su única hija.

Nada sabía la mujer que relata esta experiencia, con sus ropas humildes, en el escenario de la vivienda en extrema pobreza que habita en la colonia Yanga.

Dice “No acepte cuando me dijeron que a mi Angélica le practicarían la autopsia. Que mutilarían su cuerpo. Que le abrirían sus órganos. Me le hinqué y supliqué que no lo hicieran. Me pidieron que consiguiera un certificado de defunción con el médico que le atendió”.

En el momento mas critico, la madre solo vio llegar a ella una persona desconocida. Creyó que era parte del personal en el Hospital Regional de Poza Rica. Con amabilidad le saludó directamente a ella y le ofreció apoyo. Le dijo que podía llevarla a donde quisiera. Micaela creyó en lo que decía y se fue con él.

Durante el camino hacia el consultorio del médico donde solicitaría el certificado médico, el hombre se identificó como empleado de la funeraria Santa Mónica. Micaela oía las palabras, mas no las entendía porque su vida estaba paralizada.

“Me dijo que lo hacia de corazón. Después, cuando me dijo que quien era y que trabajaba en una funeraria me mencionó de los servicios que prestarían. Mas confianza me dio cuando me dijo vamos a tu casa por los papeles pa´ que no rajen a tu hija”.

Al regreso a la institución, el cuerpo de Angélica fue trasladado a un anfiteatro de esta ciudad, por instrucciones del Ministerio Público que dio parte. A la madre no le dieron tiempo de evitarlo porque su médico no quiso tomar la responsabilidad de otorgar el certificado médico.

Ante lo inevitable, cuando ya no había más por hacer, Micaela le dijo al joven de las buenas atenciones que no tenía dinero para pagar el funeral de su hija. Finalmente, el hombre la convenció de adquirir el paquete “de todos los servicios”, cuyo costo es de 9 mil 500 pesos. Ni ella ni sus familiares se tendrían que preocupar por los trámites. Ella firmó el contrato sin reflexionar o leer las cláusulas.

Pero eso no fue verdad. A decir de la madre afligida, cuando llegó el féretro donde se depositaria a su hija, no era el que ella había escogido de acuerdo a su tamaño y su edad.
“Me trajeron uno de adulto, que yo le dije que esa caja quería y me dijo que no había otra opción. Sin apoyo de nadie y en esos momentos difíciles para mi, a uno se le van los pies”.

Ahora Micaela y su esposo Alberto tendrán que pagar 9 mil 500 pesos, la mitad el valor del ataúd y el resto por los servicios de la autopsia. Ni el trámite en el registro civil para el certificado de defunción, ni con las autoridades municipales o con responsables del cementerio para gestionar donde sería la ultima morada. Para colmo, maltrato del personal de la funeraria al pedirles una explicación.

Los padres de Angélica Alexandra no harán nada en contra de los responsables de la funeraria Santa Mónica.

Pagarán el adeudo que adquirieron, «porque los ánimos no estaban para discutir. Yo solo le pedía a Dios que mi hija se enterrara», dijo la madre.

No hay comentarios: