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Partidos y liderazgos fuertes

Por Roberto Piñón Olivas

Es difícil comprender a los partidos políticos en una posición meramente coyuntural si en verdad se quiere consolidar el régimen democrático.

Los resultados electorales son indicadores acerca de la efectividad de la estrategia adoptada por los partidos políticos, sin embargo, no puede caerse en la fácil conclusión de que los malos o buenos resultados corresponden solo a los dirigentes.

Son múltiples los fenómenos que afectan una elección: el entorno regional y nacional; la selección y perfil de candidatos; la estrategia de campaña de cada candidato; el apoyo económico enviado desde la dirigencia estatal o nacional; la buena o mala administración de los recursos económicos y humanos; incluso, la actuación de los funcionarios públicos municipales, estatales y nacionales.

Es decir, se gana una elección de acuerdo a un conjunto de factores. Lo peor que le puede suceder a un partido serio, es disponer de sus cuadros con base en un resultado electoral malo, como se quiere hacer en la persona del actual dirigente estatal del PAN en Chihuahua, Cruz Pérez Cuellar.

En chihuahua el balance electoral es malo: el PAN solo ganó dos distritos, 24 ayuntamientos y 24 sindicaturas: la votación fue de las peores en las últimas décadas, porcentualmente hablando; pero esto ocurrió en otras entidades, para ser exactos, en nueve de la doce donde se eligió gobernador, así como en dos más donde únicamente se eligieron diputados y ayuntamiento.

El balance del PAN no es bueno a nivel nacional.

Bajo la lógica de linchamiento, tendrían que irse no solo Cruz Pérez Cuellar –que en las elecciones federales donde fue electo legislador federal obtuvo una de las votaciones más altas en su distrito, el tercero con cabecera en Juárez-, sino los presidentes estatales del PAN en esas once entidades federativas; en consecuencia, tendría que irse César Nava el dirigente nacional.

No hay sentido en una decisión de esta naturaleza.

Los partidos políticos requieren estabilidad en la permanencia de sus dirigentes, los cuales son electos para períodos determinados; una renuncia anticipada bajo presión, constituye un trastorno al ordenamiento interno y a la fase estatutaria.

Representa una regresión a las decisiones lineales y autoritarias, sobre todo cuando subyace una lucha de grupúsculos que tiene resonancia nacional.

Esto no significa que los órganos estatutarios de dirección tengan o no la capacidad jurídica y la legitimidad política para tomar estas decisiones. De ninguna manera. Lo que se cuestiona es el mensaje de inestabilidad, capricho y discrecionalidad superficial, con la cual se adoptarían ajustes.

No es un buen mensaje para los militantes, no se diga para la sociedad, menos en la lógica de fortalecer instituciones de interés público, como son los partidos.

El autor es Presidente de la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos AC

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