En la política, hacen falta mujeres.
La participación de la mujer en la política se hace necesaria precisamente por la diferente manera de pensar del hombre y la mujer. Existe un abismo entre la forma de pensar entre uno y otro. No voy a decir que ellos son corruptos y ellas no, que ellos son fríos y ellas no, Creo que maldad, deshonestidad y frialdad, somos capaces todos los seres humanos de manifestarlas, así como bondad, honestidad y sensibilidad; La diferencia radica en los puntos de vista de cada uno; del cristal a través del cual se miran todas las cosas y de las situaciones que nos toque vivir, el “imprinting” que Edgar Morín menciona en sus “Siete saberes”. Un ejemplo de ello sería el siguiente: cuando un grupo de personas, llámense comerciantes, empresarios, colonos, etc., adeudan varios años de impuestos al erario público y solicitan la condonación de los recargos, un descuento en las multas e incluso, el “borrón y cuenta nueva”, no es otra cosa que el incumplimiento del pago, y que, dicho sea de paso, es contra la Ley. La mujer, como funcionaria, estaría pensando en ofrecer un plazo y un plan de pagos que se acomode a las necesidades y capacidades de los deudores, dejando muy en claro que tal como se educa a los hijos, a la ciudadanía hay que educarle, sobretodo, en cuanto al pago de los impuestos. Como mujeres que educamos en el hogar a nuestros hijos, queremos que se enseñen a respetar las reglas, para que siendo ciudadanos no dejen de cumplir sus obligaciones. Actuando de otra manera, inadecuada, se puede lograr que ya no se los cobren, negociar la deuda o sólo pagar una parte de ella; todo esto, casi siempre a cambio de componendas políticas o compromisos electoreros. No diré que todos los hombres piensan y actúan de ésta última manera, pues existen excepciones, pero desgraciadamente, muchos no se detienen a pensar en las consecuencias a largo plazo de las decisiones que toman, dando la impresión de que su pensamiento está al servicio del “aquí y ahora”.
Como mujeres, al vivir la crianza de nuestros hijos, aprendemos que si los hijos nos hacen una rabieta para obtener algo, a la edad de tres a cinco años comúnmente, de nuestra reacción ante ello, dependerá su futuro comportamiento cada que quieran o pidan una cosa. Sabemos cuándo tenemos que educar, porque hasta el día de hoy, las mujeres nos encargamos principalmente de la educación informal y parte de la formal de nuestros hijos.
Una mujer sabe que lo que haga con su familia ahora va a ser determinante. Que el futuro de los hijos depende de su comportamiento en el presente. Su sensibilidad le hace ser más comprometida, más negociadora, porque su naturaleza y los roles que le tocan vivir la hacen ser así; podemos afirmar que sus decisiones se darán en un marco de responsabilidad, compromiso y espíritu visionario.
Es necesario que incursionemos más mujeres en los puestos públicos; la actitud para el buen desempeño la tenemos, preparémonos más para ganarlos, debemos equilibrar la balanza, la sociedad y la nación lo requieren.
Mtra. Rosa María Ayala Nájera
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