ALFIL
Apetito voraz
Por Roberto Piñón Olivas
La emisión de las tarjetas de crédito es la cúspide de un negocio centenario para la banca. Se trata de un mecanismo perfecto para hacer sentir el poder de adquirir más allá de posibilidades financieras.
Las tarjetas son otorgadas con un elemental mecanismo de supervisión todos los días, partiendo de la base irreal de que existe cultura financiera. Pero además, las costosas campañas publicitarias generan en la gente común el legitimo anhelo de distinguirse de los demás gracias al poder de la firma.
Finalmente de eso se trata, de acceder a beneficios que otros no pueden, en la inconciencia y la ignorancia en el alto costo del dinero plástico.
Nunca antes la banca había logrado tan grandiosa oportunidad de lucrar a costa de los demás. La tarjeta le permite obtener dinero a través de enormes y continuas comisiones, por un lado, y por el otro, merced a las altas tasas de interés, virtud de la tecnología y la realidad intangible, la perdida del valor del esfuerzo creador de riqueza.
Privilegiando el libre mercado, la autoridad federal se ha limitado a generar una serie de normas que obligan a ofrecer información clara y sencilla a los usuarios de servicios financieros, específicamente tarjetas de crédito, para que puedan comparar el costo entre instituciones; por medio de CONDUSEF, hay un procedimiento para exigir el cumplimiento de la letra chiquita, pero no es suficiente.
La diferencia en el costo anual total de los plásticos pareciera gritar que existe una total discrecionalidad en su fijación, lo cual ha llevado al abuso en los cobros, que aunado a la crisis económica nacional e internacional, coloca en la morosidad a 1.3 millones de personas, noventa mil de ellos en el Estado de Chihuahua.
Ante esta situación se ha propuesto desde 2007 una regulación a las tasas de interés, en una intervención que el sector bancario considera inadecuado, ya que el sistema de mercado determina o debiera establecer parámetros razonables.
Las reformas aprobadas en el senado y en la cámara de diputados, aunque benéficas porque atacan el abuso y la irresponsabilidad de las instituciones crediticias en el manejo de los plásticos, no tocan este problema de fondo.
Las hipotecas basura que provocaron la crisis norteamericana en 2008 llamaron la atención acerca de la necesidad de aplicar medidas regulatorias más severas, incluso con la creación de una comisión que audite los productos financieros, vinculatoria, con parámetros técnicos y racionales, que eche abajo cobros que son de auténtica usura.
¿Cómo explicar que el costo anual total de dos tarjetas de instituciones distintas difieran hasta en un 300 por ciento entre ellas?
Simplemente no es posible. El termino medio regulatorio debe corresponder al ideal de un estado rector de la economía, vigilante, auspiciador de la creatividad individual, pero con espíritu social, generador de equilibrios y sancionador de los excesos del libre mercado, particularmente del apetito voraz de la banca.
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El autor es Presidente del Consejo Directivo de la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos A.C. Envíe sus comentarios al correo robertopinon@yahoo.com.mx. www.observador.com Escuche en Vivo en el 1470 AM Radio Formula en el Distrito Federal a las 20:00, en el 1010 AM Radio Lobo en Chihuahua a las 14:00, en cualquier punto de la república y el mundo en www.laequis.com.mx; Autorizada la reproducción total o parcial de la columna Alfil, con mención del autor. Todos los derechos reservado.
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