martes, 15 de mayo de 2012

FELIPE CALDERON EN EL DIA DEL MAESTRO


Palabras del Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Felipe Calderón Hinojosa, durante la Celebración del Día del Maestro 2012, que tuvo lugar en el Monumento a don Francisco I. Madero de la Residencia Oficial.

           Maestra Elba Esther Gordillo, Presidenta del Comité Ejecutivo Nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.

            Profesor Juan Díaz de la Torre, Secretario General Ejecutivo del propio Comité.

            Senadora María Teresa Ortuño Gurza, Presidenta de la Comisión de Educación del Senado de la República.

            Profesora Oneida Cantú Vázquez, distinguida con el Reconocimiento Ignacio Altamirano al Desempeño en la Carrera Magisterial.

            Profesora Rosalba Torres Alegría, galardonada con la Orden Mexicana y Condecoración Maestro Altamirano.

            Profesor Guadalupe Miguel Acosta Vargas, galardonado con la Orden Mexicana y Condecoración Maestro Altamirano. Qué bonito discurso, profesor. Lo felicito, sinceramente. Me imagino cómo serán sus clases.

            Licenciada Consuelo Mendoza, Presidenta del Consejo Nacional de la Asociación Nacional de Padres de Familia.

            Ingeniero Leopoldo García López, Presidente de la Federación Nacional de Asociaciones de Padres de Familia.

            Licenciado Francisco López Díaz, Secretario Ejecutivo de Suma por la Educación.

            Distinguidas maestras, distinguidos maestros galardonados.

            Señoras y señores:

            En primer lugar. Una gran felicitación a todas las maestras y a todos los maestros de México.

Como bien dijo el profesor Acosta, también, para mi esposa, es cierto, que cumple todos los días, bueno, no todos los días, pero varias veces a la semana, con esta gran responsabilidad.

            La educación, amigas y amigos, es la mayor palanca de bienestar y de progreso para nuestra sociedad, y para cualquier otra. Y son, precisamente, las maestras y los maestros quienes tienen la fuerza para activarla y para profundizar la transformación del país.

            Ustedes son los grandes constructores del México de hoy y de mañana y, por eso, me sumo con entusiasmo a la celebración del Día del Maestro.

            Desde aquí envío mi más calurosa felicitación a quienes han abrazado la generosa misión de formar a nuestros niños y jóvenes.

            Desde el salón de clase, las maestras que educan, los maestros que educan, que trabajan, engrandecen a la Patria. Éste es el último año, amigas y amigos, que como Presidente de la República tengo el honor de conmemorar, junto con maestras y maestros de México, esta fecha tan significativa.

            Y lo hago con la misma convicción de José Vasconcelos, cuando afirmó, en un día como hoy, que: libertador y maestro son sinónimos. Por eso, los pueblos libres veneran a los maestros y se preocupan por el adelanto de sus escuelas.

            Hoy, México reconoce, en especial, a quienes han sido distinguidos con la Condecoración Maestro Altamirano y el Reconocimiento Ignacio Manuel Altamirano al Desempeño en la Carrera Magisterial.

            Son dos premios que reconocen su calidad, su entrega, su trayectoria y, sobre todo, su vocación de servicio.

            Estos galardones se suman al aprecio y al respeto que, con todo merecimiento, se han ganado en las comunidades donde imparten su saber.

            Así que, felicidades a todas las galardonadas, a todos los galardonados, y particularmente, a quienes durante varias décadas han entregado lo mejor de su vida para educar nuevos ciudadanos mexicanos.

            En la era del conocimiento, el éxito de las naciones no está determinado ni por sus recursos naturales, ni por reservas petroleras, sino por el capital humano, y yo prefiero decir, por el valor humano de su pueblo.

            El éxito depende de la preparación y la inteligencia de su gente; depende de la excelencia educativa de sus niños y jóvenes, y sólo con una formación que responda a las exigencias de nuestro tiempo, lograremos que nuestros estudiantes puedan competir y ganar en la lucha por los mejores empleos ante jóvenes de otras naciones, lo mismo de Brasil, que de Corea, de India o de China.

            Por eso, hace cuatro años, las maestras, los maestros y el Gobierno de México suscribimos la Alianza por la Calidad de la Educación. Y con ello, dimos un paso decisivo, un paso enorme, dadas las condiciones reiteradas, dados los obstáculos y los intereses presentes que han marcado, desde hace mucho tiempo, una adversidad al avance en la calidad educativa del país.

            Dimos un paso decisivo a una educación moderna, humanista, equitativa y de excelencia. Y en el marco de ese Acuerdo, asumimos compromisos puntuales para mejorar la formación de las niñas, los niños y los jóvenes del país.

            Emprendimos un proceso profundo para elevar la calidad educativa con una visión integral y de largo plazo. Y gracias a ello, se ha iniciado en México un proceso sólido, sostenido, a veces silencioso, pero persistente, para elevar la calidad educativa.

            Y no son menores los logros que hemos alcanzado a este respecto. Y vale la pena recordar que, a diferencia de lo que ha ocurrido en décadas y décadas recientes, hoy, las plazas de docente no se heredan ni se venden, ni están a merced de un capricho, de un liderazgo sindical o de una autoridad arbitraria.

            Hoy, las plazas se someten a concursos nacionales para asegurar que sólo las maestras mejores y los mejores maestros sean los que ocupen las nuevas posiciones en el magisterio.

            Es cierto. Aún falta por hacer. Pero yo hago votos de que la voluntad política o las condiciones políticas de las que se ha carecido en pocos, muy pocos estados de la República, donde aún no se realiza el concurso magisterial, se realice ya, a la brevedad, porque ningún niño mexicano merece tener maestras o maestros que surjan de otra fuente que no sea, precisamente, su propia capacidad.

            También, después de 20 años, reformamos la Carrera Magisterial para vincular la entrega de reconocimientos, incluso, reconocimientos económicos a los maestros con el logro académico de sus grupos y de sus alumnos.

            Esto es fundamental, porque estamos, por primera vez, poniendo en línea, alineando los incentivos correctos para que el maestro encuentre una recompensa, precisamente, en el logro en calidad educativa.

            Creamos, además de ello, y unilateralmente, un nuevo programa de estímulos económicos para estimular la labor de las y los mejores profesores.

            También, como parte de la Alianza por la Calidad Educativa, hemos mejorado significativamente la infraestructura escolar. Se dice fácil pero, aunque no es, a partir de la descentralización educativa, una tarea que deba llevar a cabo el Gobierno Federal, sino que está cargo de los gobiernos estatales el sostenimiento, el mantenimiento de las escuelas, el Gobierno Federal ha acudido a aquellas escuelas que no tienen baños para niñas, que tienen problemas en el techo, que está deteriorada la cancha de básquetbol, por ejemplo; que no tienen barda perimetral.

            Y en estos últimos tres años, hemos ya recuperado la infraestructura básica de más de 45 mil centros escolares en todo el país. Una obra sin precedente en mucho tiempo.

            También, como parte del Acuerdo de la Alianza por la Calidad, fortalecimos la Prueba Enlace, como una herramienta que actualizara los planes y programas de estudio para mejorar los cursos de formación del personal docente.

            Y aunque no formó parte de la Alianza por la Calidad Educativa, también, en estos años hemos impulsado las escuelas de tiempo completo. Escuelas donde los niños entran por la mañana, y las mamás y los papás los pueden recoger a las 4 o 5 de la tarde, habiendo recibido alimentos y una formación cada vez más integral, poniéndolos al día en sus tareas, y educándolos en arte o en deporte.

            Se trata de un esfuerzo que está sembrando, verdaderamente, la semilla de un nuevo modelo educativo.

            Y por primera vez, instauramos en México la Evaluación Universal de Maestros, desde preescolar hasta secundaria, con el fin de tener más elementos para mejorar la calidad educativa.

            Quiero destacar, nuevamente, que los resultados de esta evaluación no afectarán, de ningún modo, los derechos laborales de las maestras o de los maestros. Tampoco serán utilizados para descalificar a los participantes.

Los resultados nos servirán, a todos, para mejorar los programas de capacitación y actualización de los docentes y, con ello, elevar la calidad educativa en beneficio de las nuevas generaciones, en beneficio de México.

            Mi postura sobre la evaluación docente es muy clara. Estoy convencido de que sin evaluación, no hay calidad educativa. Y que sin calidad, lo único que avanza en México, como avanzó durante décadas, es la injusticia y la inequidad.

            La verdadera equidad significa garantizar a todas las niñas y a todos los niños y jóvenes mexicanos una educación de excelencia, y eso sólo lo podemos lograr si consolidamos una cultura de la evaluación entre todos los actores de la vida educativa del país.

            Por eso, la evaluación magisterial va adelante. Y yo estoy seguro que el magisterio nacional honrará sus compromisos en materia de evaluación; que su dirigencia sabrá sostener su palabra, porque lo que está en juego es el bienestar y el progreso de México y de los mexicanos.

            Tenemos avances en materia de evaluación, es cierto, pero aún son insuficientes. Por eso, para mí es un honor el haber promulgado el día de hoy el Decreto por el cual se le dota de autonomía al Instituto Nacional por la Evaluación de la Educación, el INEE, para hacer de él un organismo más autónomo, más ciudadano, fortalecer su especialidad técnica y, desde luego, que esté en manos de quienes puedan decidir, con independencia de los intereses sindicales, sociales, políticos, que hay tanto en el Gobierno, como en los sindicatos, cuál debe ser, precisamente, la mejor evaluación, y que esa evaluación responda al único criterio del bienestar del país.

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