Para
mí, es motivo de gusto el poder participar con ustedes en este Cuarto Foro
Nacional de Seguridad y Justicia. El cuarto ya, efectivamente, Alejandro, que
nos ha reunido.
Y saludo con mucho afecto a todos los integrantes de las organizaciones de la
sociedad civil que nos acompañan y que nos han impulsado, que nos han empujado,
también, hay que decirlo, a llevar adelante, y qué bueno que así haya sido, la
Reforma Penal.
Quiero agradecerle muchísimo a nuestros amigos de SOS. A Alejandro Martí, por
su impulso y su gran liderazgo social, sin el cual no hubiera sido posible,
estoy seguro, que México fuera adelante en este tema que es vital, para una de
las preocupaciones mayores de los mexicanos que es, precisamente, la seguridad
y la justicia.
También, desde luego, agradezco a RENACE, a Ernesto Canales Santos. En fin.
A todos a los que han convocado a este importante foro de encuentro, de
reflexión y de acción.
Estoy convencido, amigos, que ustedes, al igual que todos los integrantes de la
sociedad civil que nos acompañan, son un ejemplo de la fuerza transformadora de
México, y que la fuerza transformadora de México está en sus ciudadanos.
Gracias a su integridad, gracias a su tesón, gracias a su trabajo incansable,
nuestro país está avanzando en la construcción de un nuevo sistema de justicia.
En los últimos años, uno de los esfuerzos mayores y una de las luchas más
significativas de las mexicanas y los mexicanos es la que hemos librado
intensamente por construir un verdadero, un auténtico Estado de Derecho en el
país, que tanta falta nos hace.
Y emprendimos esta tarea, quizá, en un momento muy complejo. Pero qué bueno que
la emprendimos. Qué bueno que la emprendimos porque, de no haberlo hecho
entonces, quizá, ahora, hoy mismo, sería ya demasiado tarde.
Hoy mismo, quizá, la debilidad estructural del Estado, de sus órganos, de sus
Poderes y sus instituciones, quizá hubiera sido tal, que no habría realmente
con qué haber iniciado esta larga marcha, compleja, difícil, pero marcha,
precisamente, hacia el México de leyes y de justicia que todos anhelamos.
En un momento complejo, sí. En un momento en el que algunas regiones del país
se habían visto seriamente lastimadas por la violencia, particularmente, de los
criminales y que, en general, la impunidad, esa gran lacra que tanto daño
hace y ha hecho a México, había prácticamente sentado sus reales.
Y por ello, a pesar de las adversidades de todos conocidas, el Gobierno a mi
cargo emprendió una lucha y una lucha decidida, para recuperar la tranquilidad
y el imperio de la ley en México.
Y lo hicimos porque, en lo personal, como Presidente de la República, como
mexicano, como abogado, como Presidente de la República, sé muy bien que la
primera exigencia ética, política y constitucional para cualquier servidor
público, desde el más humilde regidor, desde el más humilde empleado de una
oficina Ejecutiva, Judicial, Legislativa, hasta el Presidente de la República,
la primera obligación, según reza la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, es guardar y hacer guardar la Constitución y la ley, o las
leyes, que de ella emanen.
Cumplir y hacer cumplir la ley, queridas amigas, queridos amigos, se dice
fácil, pero es la regla elemental de cualquier régimen democrático.
Es un imperativo categórico y constitucional que, a fuerza de evadirlo,
México fue, a fuerza de evadirlo por parte de quienes debíamos cumplirlo, o
debían cumplirlo, México fue, por desgracia, entrando a esta espiral de
inseguridad, de incertidumbre, de impunidad, en la que quedó atrapada una buena
parte del país.
Y para hacerlo, para hacer de México un Estado de Derecho, y para recuperar
condiciones de seguridad, de tranquilidad y de justicia, pusimos en marcha una
estrategia integral.
Una estrategia integral que no se reduce, como algunos equivocadamente opinan,
al ejercicio de la fuerza para enfrentar a los criminales, sino que abarca,
precisamente, amplios campos de la vida social e institucional.
Tiene, como he dicho insistentemente, y reitero, tres componentes
fundamentales:
Enfrentar a los
criminales. Sí, por supuesto. Como un eje que deriva del deber elemental del
Estado de hacerlo.
Y segundo, y más importante. Un segundo eje está en la reconstrucción de las
instituciones de seguridad y justicia en el país.
Se trata de un
esfuerzo para, precisamente, las agencias del poder público y los órganos del
Estado, básicamente Ejecutivos y Judiciales, puedan verdaderamente responder y
tener con qué responder a la exigencia ciudadana de seguridad y justicia.
En honor a la verdad, amigas y amigos, no estaban en capacidad de hacerlo. Y
por eso, es fundamental reconstruir policías en el país. Y, por eso, es
fundamental reconstruir Ministerios Públicos en el país. Y, por eso, es,
también, fundamental fortalecer los Poderes Judiciales en el país y en la
Federación, algo que compete a otro Poder, por su obvia naturaleza.
Y, por eso, también, amigas y amigos, era medular impulsar una reforma del
calado de la Reforma en Materia Penal, porque forma parte de esa estrategia
integral, de la reconstrucción de las instituciones públicas en materia de
seguridad y justicia, obsoletas algunas, averiadas otras, terriblemente
corrompidas, corruptas, otras más, en la vida nacional.
Y un tercer elemento, amigas y amigos, también, fundamental, y quizá superior a
los otros dos. La reconstrucción del tejido social, que se había dañado
enormemente por la problemática social y económica del país y, también, por
supuesto, por la violencia y el delito.
Y, por esa razón, emprendimos la máxima tarea que se haya hecho en mucho tiempo
de generación y construcción de nuevas universidades públicas, de rescate de
espacios públicos, de creación de centros de prevención y tratamiento de
adicciones, y un largo etcétera.
De eso se trata, amigas y amigos. De una estrategia integral de la cual México
tiene que hacerse cargo. Por eso, dentro de esta estrategia, insisto, en el
segundo eje de reconstrucción institucional, iniciamos una profunda
reconstrucción de las instituciones de seguridad y justicia, desde luego, a
nivel Federal, que nos corresponden, pero, también, impulsamos, hasta donde es
posible hacerlo y desde el ámbito Federal, la reconstrucción de las
instituciones en el ámbito estatal y municipal. Es obligado hacerlo.
Por eso, nos dimos a la tarea de impulsar reformas de enorme trascendencia, a
fin de construir un entramado legal e institucional que permita un verdadero
acceso a la seguridad y a la justicia a todos los mexicanos.
Específicamente, el conjunto de reformas constitucionales y legales que se han
propuesto, muchas, y la más de ellas aprobado por el Congreso de la Unión y el
Constituyente Permanente, van en ese sentido.
Me refiero, no sólo a la Reforma de Justicia Penal, que es muy importante y
abundaré en un momento más en ella, sino me refiero, también, a las reformas
que se hicieron en materia de derechos humanos.
Una reforma, verdaderamente, revolucionaria en el ámbito jurídico
constitucional y que hace que México, por primera vez, reconozca como derecho
propio y del más elevado rango los derechos humanos reconocidos en cualquier
tratado celebrado por nuestro país.
Algo que agrega
enorme complejidad, también, hay que decirlo, a la labor de los juzgadores, de los
litigantes, pero que el desafío es poderlo aplicar sin que eso derive,
precisamente, en una falla en el propio sistema de justicia o en una indebida
exacerbación de factores de impunidad.
La reforma que se
hizo, también, en materia constitucional, en materia de amparo y que ahora se
ve trunca, nuevamente frenada, sesgada, como bien ha dicho el Ministro Valls,
por la falta de aprobación a la Ley de Amparo, que está en el Congreso de la
Unión.
La falta de leyes
que reglamenten y ordenen las reformas constitucionales hacen nugatorias las
reformas que tanto necesitamos los mexicanos. Y de ahí la exigencia ciudadana,
de todos, al Poder Legislativo de que cumpla con su deber de legislar y de que
cumpla, precisamente, o por lo menos resuelva sí o no, las reformas que tiene
estudio.
Porque lo peor, lo
peor que puede pasar es la indefinición, lo peor que puede ocurrir es que no
haya ni siquiera una respuesta a lo que se propone.
Porque si no hay respuesta, no hay manera de imputar, ni costos ni beneficios
ciudadanos-políticos, que hagan que funcionen los Poderes Públicos.
Y, desde luego, la Reforma en Materia de Justicia Penal, que se aprobó en el
año 2008 y que es un elemento de esta transformación que queremos para el país.
Como ya se ha dicho y se sabe, con ella estamos sustituyendo el anacrónico e
ineficaz sistema inquisitorio por un sistema acusatorio de juicios orales que,
sobre todo, encarna, debe encarnar, en principios básicos, sin lo cual la
Reforma no puede funcionar.
Principios de publicidad, para transparentar, precisamente, la justicia, que
buena falta le hace; principios de contradicción, para verdaderamente ponderar
frente al juzgador las visiones de las partes; principios de concentración, de
inmediación, particularmente de las probanzas; principios de continuidad y
principios de presunción de inocencia.
Esta reforma, en cierto sentido, es una respuesta al reclamo histórico de
millones de mexicanas y mexicanos que, con toda razón, demandan un sistema de
justicia más eficaz y transparente.
Un sistema que promueva una mayor eficiencia en la investigación de los
delitos. Que obligue, en el propio procedimiento, a una mayor eficiencia en la
investigación de los delitos. Que proteja los derechos de las víctimas.
Se trata, sin duda, de una de las reformas más trascedentes de la vida
institucional del país.
Y algo muy positivo, es que esta reforma fue producto de un consenso político
muy amplio, de fuerzas políticas, de especialistas, de juristas, que
participaron en un diálogo plural, incluyente; donde todas las voces fueron
escuchadas, y donde superamos las diferencias, a fin de cambiar de raíz, la
forma en que se imparte la justicia en México.
La aprobación de esta Reforma del Sistema de Justicia Penal, ha sido una
muestra de la unidad de los mexicanos frente a la necesidad de construir un
verdadero Estado de Derecho.
Hoy, es necesario, amigas y amigos, reflexionar sobre lo que aún falta
por hacer. Nos encontramos a la mitad del plazo que la Constitución
determina, para que el nuevo sistema acusatorio entre en vigor en el
país.
Ya hay avances, sí. Pero, también, hay tareas fundamentales muy importantes qué
realizar.
Y quiero hacer referencia a algunas de esas tareas.
Yo soy bien consciente de que el plazo constitucional vence en cuatro años más,
pero, también, bien consciente de la importancia, ojalá así sea, que la reforma
se complete y entre en vigencia, o entre en práctica, a cabalidad, mucho antes
del fenecimiento de dicho plazo.
Es bueno para el país. Y, por eso, hay que acelerar el paso.
Qué hay que hacer.
En primer lugar, quiero referirme a la labor que está realizando el Gobierno
Federal para la plena aplicación de la reforma. Hemos trabajado, precisamente,
en la vertiente de renovación institucional, en las propias instituciones
Federales.
En la modernización de la Policía Federal, en la modernización de la
Procuraduría General de la República. En ambas instituciones, por ejemplo,
estamos fortaleciendo sus capacidades de prevenir y perseguir el delito y,
sobre todo, de investigarlo con el desarrollo, por ejemplo, de muy consolidadas
divisiones científicas en ambas instituciones.
Las hemos dotado, fundamentalmente a la Policía Federal, y ahora vamos sobre la
Procuraduría, de tecnología de vanguardia, de sistemas y mecanismos periciales,
de los cuales no había contado México.
Estamos, también, contratando a las y a los mejores elementos, jóvenes en todo
el país. Miles de ellos con carrera universitaria terminada, abogados, sí, y
aquí hay muchos, pero, también, ingenieros, especialistas en diversas materias,
para que realicen; ingenieros químicos, por ejemplo, ingenieros informáticos,
para que realicen la investigación criminalística necesaria para coadyuvar con
el Ministerio Público en procesos judiciales.
Y quiero destacar también algo muy importante. Hace unos días, aunque pasó un
poco desapercibido, el Ejecutivo a mi cargo emitió las directivas del Gobierno
Federal, los protocolos para el uso de la fuerza, tanto en la detención y
presentación de personas, como en la preservación de la escena del crimen, y la
cadena de custodia de las evidencias, por ejemplo.
Con ello, las Fuerzas Federales, no sólo las Fuerzas Armadas, la Policía
Federal, la Procuraduría, tienen lineamientos muy claros para que su actuación,
por un lado, sea absolutamente respetuosa y apegada a los derechos humanos; y,
por otro, con el tratamiento adecuado a las evidencias para lograr la
investigación de los delitos. Esto es fundamental, avanzar hacia la
investigación científica de los delitos.
Estamos en un momento de riesgo, no cabe duda, por la transición que vivimos.
Siendo muy burdo, y admito que puede ser un ejemplo, una analogía muy burda,
supongamos que hace décadas para no meternos en problemas de linderos de tiempos
cercanos, el método de investigación, quizá, más socorrido era, vamos a
llamarle, el interrogatorio severo, por no decir la tortura, de los propios
detenidos.
Ese era el México viejo, ese era el México real. Funcionaba, digamos, para
atrapar un delincuente, sí, en algunos casos, y no, en muchísimos más, donde
eran, más bien, inocentes que pagaban por culpables, y en cualquier caso, había
una violación inadmisible de los derechos humanos.
Y a donde tenemos que evolucionar es a un sistema donde alguien sea acusado,
juzgado y sancionado en base a las evidencias que científicamente puedan,
verdaderamente, recolectarse, o en base a los testimonios que libérrimamente
puedan generarse ante el Juez.
Pero en ese tránsito estamos desde hace, prácticamente, varios años. En ese
tránsito en el que han desaparecido, y qué bueno, viejos modelos inaceptables
para el ser humano y para su dignidad. Pero no acaban de consolidarse los
nuevos mecanismos y, entonces, en esa transitoriedad la eficacia, sobre todo,
en la persecución de los delitos sufre enormes fragilidades y vulnerabilidades.
Y, por esa razón, no pueden siempre consolidarse en todos los delitos las
evidencias, no todos los acusadores, los Ministerios Públicos cuentan ni con el
ingreso, ni con las capacidades técnicas, ni con el entrenamiento para poder
hacer valer sus dichos.
Y, también, se mezclan elementos de exigencia en el nuevo sistema que no
siempre contabilizan con este proceso de transitoriedad que está viviendo
México.
Es decir, si la ley, por ejemplo, reconoce la validez legal del testimonio de
los llamados testigos colaboradores, más que testigos protegidos, testigos
colaboradores, o de los propios testigos protegidos. Pero en este espíritu y en
este ánimo, se descalifica reiteradamente el testimonio de los llamados
testigos colaboradores o protegidos.
Cuáles son,
entonces, las evidencias que pueden vencer a la impunidad y hacer que se
castigue un delito.
O bien, que en el ánimo de recurrir a los más exigentes y refinados elementos
del derecho ideal para algunos, debo aclarar, como, por ejemplo, la absoluta o
la afirmación absoluta, categórica de la llamada invalidez de la prueba o la
prueba ilícita, si se demuestra con la ciencia que la bala que disparó a una
persona fue disparada, específicamente, por una pistola en concreto.
Pero, por la llamada irrelevancia de la prueba ilícita, llevada a un
extremo, honestamente discutible, simplemente se desvirtúa esa prueba cuando se
van a castigar a esos asesinos.
Cómo puede procederse a castigar a los asesinos. No puede, la justicia, tener
su énfasis, precisamente, en ver cuáles son los resquicios sobre los cuales
pueden invalidarse las pruebas del nuevo modelo. Siempre habrá esos
resquicios. Siempre habrá alguna manera de descalificar tales pruebas.
Por qué.
Porque hay un
criterio de juzgador. Y, precisamente, por ello, ese criterio debe enfocarse,
precisamente, a la legalidad, siempre, y yo afirmo, a la justicia
también, siempre.
Hay otras cosas en
las que estamos avanzando y México requiere avanzar sustancialmente.
En segundo lugar.
Quiero referirme a las necesidades de los estados. Que, también, avancen en sus
procesos de adecuación a un sistema de justicia penal.
Nada más en este
esfuerzo institucional que estamos haciendo a nivel Federal, recojo también, lo
que se está haciendo, por ejemplo, en la Procuraduría General de la República.
Se ha puesto en
marcha en Proyecto Diamante, para asegurar que los agentes del Ministerio
Público, sobre todo los nuevos agentes, los peritos, los policías
ministeriales, cuenten con los conocimientos y las habilidades necesarias para
poder transitar al sistema acusatorio.
Ya la Procuraduría
General de la República, por ejemplo, tiene una sala específica para simular y
entrenar a los ministerios públicos en materia de juicios orales, y una nueva
unidad para implementar la Reforma de Justicia en la propia Procuraduría General
de la República.
Decía que, en
segundo lugar, quiero referirme a las necesidades de que los estados avancen,
también, en sus procesos de adecuación al nuevo Sistema de Justicia Penal.
Y aquí, reitero la
voluntad del Gobierno Federal, de colaborar con los gobiernos estatales, para
que la reforma se cumpla en tiempo y en forma.
Yo lo sé. Ya
lo decía, también Alejandro Martí. Es claro que para avanzar, se necesitan
recursos, se necesita dinero. Y quizá, ese fue el principal obstáculo en el
primero o segundo año de aprobada la reforma. Pero, entre 2010 y 2012, por lo
menos en lo que al Gobierno Federal corresponde, se han destinado más de mil
200 millones de pesos a las entidades federativas para apoyarlas en este
proceso.
Hay, actualmente, fondos Federales para apoyar las tareas de seguridad y
justicia en los estados que alcanzan montos de casi 20 mil millones de pesos
anuales. Sé que la mayoría va a tareas de fortalecimiento institucional de
seguridad, pero, también, pueden aplicarse en justicia, en una gran gama y en
un gran número de vertientes.
Muchos de esos fondos, por ejemplo, quedan subejercidos año con año. Estoy
hablando de miles de millones de pesos que no se ejercen ni para justicia ni
para seguridad en los estados.
Y por si fuera poco, además, este año BANOBRAS, por instrucciones, también, del
Gobierno Federal, ha puesto a disposición de las entidades federativas recursos
por hasta 12 mil millones de pesos, 12 mil millones de pesos de crédito para la
construcción de infraestructura de seguridad y justicia, pero es un crédito que
tiene una modalidad que ustedes deben conocer, amigas y amigos.
Esos 12 mil millones de pesos, el principal, ese capital no está obligado a
pagarlo el estado que lo contrate, lo va a pagar el Gobierno Federal. El estado
sólo debe pagar los intereses de ese crédito, y el Gobierno Federal se va a
hacer cargo del capital.
Es decir, yo sé que se necesitan recursos, pero estricta, estrictamente yo
diría que ya no es problema, yo diría que ya no es el principal problema. Se
requiere mucha voluntad política para avanzar con la reforma.
Pero ahí hay recursos para hacer las salas de los juicios orales, ahí hay
recursos para capacitar a los Ministerios Públicos y a los jueces, ahí hay
recursos que deben emplearse en la justicia local que, también, digámoslo de
una vez, amigas y amigos, es la justicia o, más bien, es la injusticia que más
padece el ciudadano.
Sí, entiendo, la espectacularidad de las notas. Estos horribles crímenes
perpetrados por una delincuencia no sólo sin escrúpulos, sino sin razón y sin
corazón.
Y, por eso, entre
paréntesis, reitero mi felicitación a las Fuerzas Armadas por haber atrapado a
esta persona, autor intelectual y material, o autor material, por lo menos, de
esa horrible matanza en Cadereyta, Nuevo León. Con toda razón apodado, por
cierto, El Loco.
Pero, amigos, siendo espectacular, enormemente espectacular, esas noticias, lo
que vive el ciudadano es una realidad criminal de una naturaleza diferente.
Qué es lo que vive el ciudadano.
Lo que están viviendo los trabajadores cuando son robados en el pesero, en el
micro; lo que está viviendo el estudiante de secundaria, que siempre le están
robando la mochila, lo poco que trae ahí; lo que está viviendo la secretaria
que, allá, en la colonia de donde sale, al regresar a su casa, sin luz, en
calles de polvo, es ultrajada y violada.
Ese es el delito. Lo que sufre el ama de casa que le roban su monedero cada vez
que sale al mercado, lo que sufre cualquier padre de familia al llegar a su
casa y verla absolutamente saqueada.
Esos son los delitos que están sufriendo los mexicanos, esa es la justicia que
está haciendo falta.
Y esa justicia es estatal, es local, es la justicia ordinaria. Esa es la
seguridad y la justicia que más reclama el interés de los ciudadanos.
Y creo, honestamente creo, que es la justicia más desatendida, es la seguridad
menos atendida.
Por eso, es vital que se renueven las instancias de seguridad y de justicia,
también, en los estados.
Y es muy importante, amigas y amigos, entonces, que los estados muestren su
verdadera voluntad política para que estos recursos se transformen en nueva
infraestructura y en personal capacitado. Un personal que pueda atender con
suficiencia las necesidades de los mexicanos.
En tercer lugar. Quiero referirme y reiterar lo que ya han señalado quienes me
han precedido en el uso de la palabra, la urgente necesidad de contar con un
nuevo Código de Procedimientos Penales conditio sine qua non, puede haber
reforma.
En septiembre, hace ya ocho meses, presenté a la Cámara de Diputados una
iniciativa de código y en ella se contemplan cosas como:
Primero. Reconocer plenamente a las víctimas como parte del proceso, incluso,
que bajo el cumplimiento de ciertos requisitos les permita ejercer acción penal
directamente y, por tanto, solicitar personalmente a los jueces impartición de
justicia.
Estamos rompiendo el sagrado monopolio del Ministerio Público, y qué bueno,
porque el impulso procesal verdadero es el de la víctima.
Quién quiere más que se castigue un delito, que la víctima que lo sufrió.
Y tenemos que cambiar nuestro derecho, que ha sido fundamentalmente un derecho
centrado en las garantías del procesado y no en las garantías de la víctima. Y
eso presenta un desequilibrio medular a la hora de impartir justicia.
Dos. Establece, como dijo el Ministro Valls, la figura del juez de control, el
juez del juicio oral y el juez de cumplimiento de sanciones o sentencias.
Queremos un mecanismo de supervisión judicial más eficaz, más ágil, más
especializado para evitar arbitrariedades y ser eficaz en las investigaciones.
Tres. También, regula de manera clara, efectiva, la presunción de inocencia de
los imputados. Limita los casos de prisión preventiva a los señalados en la
Constitución, obliga al Ministerio Público a probar la culpabilidad de los
acusados, que nos lleva a este problema de la transición, que hay que abreviar
lo antes posible.
Cuatro. Ordena, mediante reglas sencillas cómo son las audiencias, cómo deben
ser las audiencias orales, que es la esencia del nuevo procedimiento.
Eso va a permitir un escrutinio público de la sociedad y va a cerrar, esperamos
y deseamos, las puertas a la discrecionalidad y a la corrupción.
Este código, amigas y amigos, es la pieza que hace falta a nivel nacional para
que se pueda implementar cabalmente el nuevo sistema de justicia penal.
Si tuviéramos ya
aprobado el Código de Procedimientos Penales a nivel Federal podríamos, en el
Gobierno Federal, acelerar la implementación de la reforma en nuestros propios
ámbitos de competencia. Yo sé que contaríamos, perfectamente, con la voluntad
del Poder Judicial Federal para, también, acelerarla.
Posponer su aprobación, por tanto, es un obstáculo a la urgente modernización
de nuestro sistema judicial y de la justicia. Y posponerla por tanto tiempo, a
mí me parece, francamente, una irresponsabilidad. Y hay que ser muy claros,
esta falta de cooperación y voluntad está teniendo un costo para México.
Por eso, es
indispensable que el Congreso le dé la prioridad que merece a esta iniciativa.
No importa que estén en receso, pueden en cualquier momento convocar a una
Sesión Extraordinaria para resolver, si quiera un tema pendiente. Uno.
Yo sugiero a los
Diputados: Hagan el dictamen del Código Federal de Procedimientos Penales,
como, también, pediría que hicieran el de la Ley Federal Trabajo, por ejemplo,
pero centrémonos en el tema de hoy. Tema, tema, como se reclama de acuerdo con
el reglamento parlamentario.
Centrémonos en el Código Federal de Procedimientos Penales, dictamínenlo y
convoquen a Sesión Extraordinaria en el Congreso para ese tema nada más, para
ese tema.
No hagan evocaciones efeméricas de lo que pasó hace 50, 30, 40 o 200 años. No
hagan referencias a lo que dicen los periódicos del día, unos contra otros. No
presenten puntos de acuerdo, iniciativas, para poder salir en la foto, en la
tribuna, y no vayan a decir que en su Distrito nunca subieron a la tribuna. No.
Dedíquense nada más al Código Federal de Procedimientos Penales, por favor.
Y una moción de orden, que estoy escuchando ya, del Ministro Valls. Y,
también, por supuesto, la Ley de Amparo. Dictaminen la Ley de Amparo.
Dictamínenla. Teníamos ya un acuerdo. Teníamos ya un consenso. Por qué
bloquearon, en último momento, la Ley de Amparo. No lo sé.
Pero es hora, honestamente, es hora de llamarnos a cuentas a todos. Yo estoy
dispuesto a que me llamen, también, a lo que debo responder, de lo que hice y
de lo que no hago. Pero, también, llamemos a nuestros representantes.
Y sepamos distinguir, que eso es otra cosa bien importante, quién sí y
quién no cumple. No es el genérico Congreso, por cierto. Son Diputados y
Senadores, en específico, quienes cumplen y, también en específico,
quienes no cumplen.
En suma, amigas y amigos, esta reforma histórica al Sistema de
Justicia tiene avances, y qué bueno, yo también lo celebro, pero también
grandes retos.
Por eso, es indispensable acelerar el paso en todos los niveles de Gobierno y
en todos los Poderes Públicos para que esta reforma se convierta en un cimiento
sólido, de legalidad para México.
Quedan pendientes muchísimas cosas, mi querido Alejandro Martí. Me dan ganas,
de veras, de que me inviten en este mismo Seminario.
Cuándo se termina. El jueves. Ojalá. Me dan ganas de invitarme yo solito,
para venir a dar otros puntos de vista que quiero dar. Perdón, que no
siempre se puede.
Porque el Foro es. Abundamos mucho sobre la Reforma Penal, es sobre
justicia, sí. Pero según leo, también es sobre seguridad.
Qué va a pasar con la seguridad en el país. Sí se puede, y se debe, pienso, y
creo que con razón en muchos casos, criticar la estrategia por la seguridad.
Sí. Pero, a final de cuentas, esta estrategia que, insisto, es integral,
combate a los criminales, reconstrucción de instituciones y reconstrucción del
tejido social, va a seguir o no.
Van a seguir luchando contra los criminales o no. Van a reconstruir las
instituciones y forzando a quienes no las han reconstruido todavía o no.
Por supuesto, que seguirá todo mundo con el tejido social, es una respuesta
obvia. Y es cierto, en parte es cierto que en la seguridad se resolverá con
educación, es cierto. Pero no sólo con educación. Decir que sólo se resuelve
con educación o empleo es faltar a la verdad.
Cuando vaya una Secretaria bajándose allá, de un camión, en Ecatepec, en
Nezahualcóyotl, o en cualquier punto, en Tlaquepaque, o en Santa Catarina, y la
estén amenazando, en Chihuahua, en Juárez, donde sea, y la estén violando, cuál
es la respuesta del Estado. Que va a hacer muchas escuelas para que no le pase
nada ahorita.
Necesita una respuesta ahora, aquí y ahora. Cuál es la respuesta para la señora
que han entrado a su casa una y otra, y otra vez. Y cuál para quien tiene ahora
mismo secuestrado a un hijo, a un hermano. Le vamos a decir: No se preocupe
señora, ya estamos haciendo escuelas. No señor. Tiene que haber policía que
ayude y que persiga a los criminales.
Es como decir que la diabetes se cura, y es cierto, con ejercicio, sí,
efectivamente, amigas y amigos. El país tiene que hacer mucho ejercicio. Mucha
medicina preventiva para evitar la diabetes.
Pero, qué vamos hacer con una señora de 50, 60, 70 años que ya tiene el
problema y que requiere hemodiálisis, y que si no hace hemodiálisis el Estado
por ella, se muere.
Necesitamos las dos cosas, una cultura de prevención en los demás, en los que
vienen, pero, también, atender a la señora.
Y creo que es lo que tenemos que hacer seguridad. Sí se requieren
escuelas y empleos, y trabajamos en ello, pero, también, se requiere policía
eficiente y comprometida y que no le saque. Gobiernos que no evadan su
responsabilidad.
Va a seguir o no la lucha por la seguridad. Eso, también, tenemos que decidirlo
los mexicanos. Ese, a mi juicio, incluso es el tema o uno de los temas
medulares del país. Y hay que responderlo con claridad y sin ambigüedades.
En algún discurso, querido Alejandro, te escuché decir, no recuerdo dónde, que
estábamos generando, que el país tenía un incentivo perverso, porque cuando un
Gobernador tenía un problema de seguridad, inmediatamente se le mandaba al
Ejército, a la Policía Federal, a la Marina, para resolverlo. Y, efectivamente,
lo resuelven.
Es curioso ver pero, en todos los casos de operativos conjuntos, unos más,
otros menos, entra el operativo, la violencia se intensifica las primeras dos
semanas y luego comienza a reducirse sistemáticamente el nivel de violencia. En
fin. Será para el análisis eso.
Pero el hecho es, amigas y amigos, que en qué consiste este incentivo perverso,
el moral hazard, que llaman los americanos.
Consiste en que se premia, en cierto sentido, la falta de responsabilidad, y se
castiga responsabilidad. Es decir, el estado que cumple, que sí tiene policías
honestas, limpias y que sí combate a los criminales, ese no tendrá la ayuda por
largo tiempo, quizá, de Fuerzas Federales hasta que lo necesite.
El estado que no cumple, que nunca limpió a sus policías, que nunca le
interesó, tiene quien le arregle el asunto de la criminalidad, y podrá
criticar: la estrategia está muy mal. Y en la mañana crítica, hay que decir que
el Ejército se vaya a los cuarteles, pero en la tarde viene a pedir más
soldados en sus municipios y en sus comunidades.
Hay un problema de incentivo perverso en nuestro sistema Federal que no se
está, no existen mecanismos que asignen responsabilidades claras y obliguen al
cumplimiento de quien no cumple.
Y creo que es lo que pasa, también, en la Reforma de Justicia Penal, por
cierto.
Cómo hacer que quien cumple tenga premio, y cómo hacer que quien va retrasado,
por lo menos, tenga un señalamiento de la sociedad.
También, hace falta ciudadanía aquí, por cierto. Hace falta mucha ciudadanía
que nos recuerde nuestras obligaciones.
Yo pienso que en materia de seguridad ese es el dilema: seguir enfrentando a
los criminales y luchando por la seguridad o acomodarse a los criminales. Esa
es, en síntesis, la alternativa: acomodarse a los criminales o enfrentarlos.
Y yo creo, amigas y amigos, que acomodarse a los criminales o arreglarse o, más
o menos entenderse o, más bien, aún implícitamente acomodarse, sería un gran
error para México.
Yo creo, además, que en los lugares del país donde hay más violencia o ha
habido más violencia en estos años, es en buena medida en donde más ha habido
un acomodo de este tipo.
Yo no digo que por corrupción. Yo no sé si fue por temor o, simplemente, porque
no se vio el problema. Pero el no enfrentar, sino acomodarse, deriva, tarde o
temprano, en lo que estamos viendo: una disputa de los criminales por el
dominio, unos contra otros, de esos territorios.
Reconstruir las instituciones es un imperativo categórico a nivel Federal, que
hemos cumplido al límite de nuestras capacidades. Y sí falta por hacer. Lo sé.
Pero también debe hacerse en los niveles de los estados.
Hacer control de
confianza para todos los policías del país. Ya, incluso, suavizamos el
requisito. Ahora, hay un mecanismo dual. A los de arriba, digamos, se les hace
control de confianza, incluyendo polígrafo, y a los policías operativos se les
hace, por lo menos, un examen toxicológico. Algo es algo.
Pero aun así,
amigas y amigos, la ley que, finalmente, sí aprobó el Congreso, y yo agradezco,
porque nos costó mucho trabajo hacerla, impulsarla, obliga a que todos los
policías estén certificados en enero del próximo año. Estamos en mayo y no
hemos avanzado más allá de la tercera parte. Ciertamente, hemos tenido este año
más avance que nunca, pero estamos tarde para ello.
Y, sobre todo, la
gente no puede esperar, ahí sí, no puede esperar los cuatro años de esta transición
ni mucho menos, a tener policía que cuide a su hijo,
cuando
va a la secundaria; que la cuide a ella, cuando va al mercado; que cuide al
trabajador, cuando se sube al micro.
Esas policías
deben cuidar a los ciudadanos. O saben qué. El ciudadano, por lo menos,
suplica, pide, exige, que si no van a cuidarlo los policías, por lo menos no lo
estén asaltando. Por lo menos, no estén cuidando a los criminales.
Si la policía no
sirve en un municipio, si la policía está cuidando a los capos, más vale que no
haya policía en ese municipio. Porque la gente está doblemente vejada y
agraviada.
Yo creo, señoras y
señores, que este seminario, que está geniudamente generado desde la sociedad
civil, debe plantear las incógnitas fundamentales de México.
Cuáles pueden las
modificaciones, incluso, en nuestro sistema federal que establezcan los
incentivos correctos. Cómo podemos, también, por otra parte, incentivos
correctos para que cumplan, cumplamos todos con nuestro deber.
Cómo podemos
hacer, también, que esta transición entre los viejos modelos autoritarios y el
nuevo modelo democrático de persecución del delito, del cual la reforma es un
ejemplo notable, pueda abreviarse, de manera tal, que se cierre el campo a la
impunidad que se sigue viviendo en México.
Cómo podemos
participar todos, sociedad, Gobierno y Poderes, y no sólo el Ejecutivo, el
Legislativo, a quien le hemos hecho nuestro reclamo; el Judicial, también, para
que se cierre este entramado y sea, precisamente, oportunidad de cerrarle,
todos, el paso a la impunidad y a la inseguridad; es decir, hacer seguridad y
justicia, como lo plantea este seminario.
Ojalá que haya
diálogo, también, entre los Poderes: judiciales, locales, el propio Poder
Federal.
Me consta, porque los he visto, y veo varios aquí, Magistrados y jueces, que
cumplen con su deber, que se arriesgan y arriesgan la vida, incluso,
sentenciando a un criminal; para verlo a los pocos días en la calle con un
amparo bajo el brazo.
Eso tenemos que dialogarlo sin resentimiento, sin recriminaciones. Es una
problemática real que tiene que abordarse en México si se quiere,
verdaderamente, que éste sea un país con justicia.
Yo quiero que México sea un país con justicia y con seguridad. Les puedo
asegurar, amigas y amigos, que he dedicado, y seguiré dedicando, el mayor de
mis afanes personales y como Presidente de la República, para que México sea un
país seguro y con justicia.
Y sé que es un camino largo, largo, pero que tenía que emprenderse tarde o
temprano, y aseguro que lo emprendimos en la dirección correcta y apenas a
tiempo.
Y que a pesar de
que sea un camino largo, a pesar de que sea un árbol que se siembra ahora, y
para que crezca y dé fruto tendrán que pasar muchos, muchísimos años, como la
mayoría de los árboles mexicanos; también, estoy viendo que ya hoy vemos, por
fortuna, el asomo de muchos de esos frutos.
Uno de esos frutos es esta reforma que, como bien dijo Martí, y agradezco
enormemente, Alejandro, tus palabras, sí puede ser parte del legado de esta
generación de mexicanos, que nos decidimos un día a emprender el camino
difícil.
Y que esperamos, si no verlo terminado con nuestros propios pasos, en nuestros
propios pies, que un día ese camino sea ancho y transiten por esta amplia
avenida, los anhelos y las esperanzas de millones y millones de mexicanos que
vienen detrás de nosotros.
Muchísimas gracias y enhorabuena por el seminario.
Y siendo las 10 horas con 15 minutos, del 22 de mayo, declaro formalmente
inaugurados los trabajos del IV Foro Nacional sobre Seguridad y Justicia,
augurándole el mayor de sus éxitos.
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