viernes, 4 de mayo de 2012

EL PRESIDENTE CALDERON EN EL 150 ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE PUEBLA


  Me congratulo de estar aquí y bienvenidos todos, también, a esta cena, que se enmarca en los festejos del 150 Aniversario, del Sesquicentenario de la Batalla, de la victoria del 5 de Mayo, de Puebla.

            Doy, también, la bienvenida más cordial a los invitados de otras naciones. Quiero decirles que su presencia nos honra y nos alegra compartir con ustedes los magnos festejos que se han preparado para esta celebración.

            El 5 de Mayo se está convirtiendo ya en una fiesta, no sólo nacional mexicana, sino internacional, para muchos que se identifican, precisamente, con esta notable victoria del pueblo de México.

            Saludo a los Poderes, desde luego, estatales; a los Poderes Federales.

 A los integrantes del Gabinete Federal, que están aquí presentes. Muy estimadas colaboradoras, muy estimados colaboradores.

            A los integrantes del gabinete estatal.

A los integrantes del sector cultural, académico, empresarial, artístico, sindical. A los líderes sociales. En fin.

 A los representes de los medios de comunicación. A todos, bienvenidos a esta gran fiesta.

            Quiero agradecer y felicitar, al mismo tiempo, la extraordinaria y la muy notable labor de quien ha sido el alma y ha tenido el liderazgo para organizar magníficamente, pienso yo, no sólo estas fiestas, sino todas las obras que coronan y conmemoran, precisamente, la Batalla y el triunfo de Puebla, el Gobernador Rafael Moreno Valle, por tan extraordinaria organización.

            Estamos a horas de conmemorar uno de los más grandes triunfos que ha tenido la Patria a lo largo de su historia. Durante el Siglo XIX, el país vivió desgarrado, constantemente en asedio extranjero. Tuvo el dolor de la guerra interna, que fue, terriblemente más cruel entre nosotros, inestabilidad política y social.

 No habría transcurrido ni siquiera, bueno, poco más de un cuarto de siglo de nuestra Independencia, cuando ya nos estaban arrebatando la mitad de nuestro territorio. Tuvimos la invasión, en el Siglo XIX, de prácticamente todas las potencias relevantes de aquel tiempo: la invasión americana, la invasión francesa, junto con la española, la inglesa. Y, sin embargo, amigos, fue el siglo en que nuestro pueblo, nuestra Nación, más bien, se forjó y se acrisoló en su identidad, de independencia y soberanía. Ahí, México fue México.

            Ante la adversidad que se le presentaba a Juárez. Me lo imagino al Presidente, atribulado en aquellos tiempos. Nada se compara, quizá, con lo que vivían los Presidentes de entonces. Uno a veces se preocupa por lo que le toca vivir, pero se ve que en aquellos tiempos era mucho más complicado.

            El Presidente Juárez, el Benemérito de las Américas, ante la Intervención Francesa, escribió un importante discurso, en el que reprochaba la falta de comprensión de los mexicanos, a lo cual no me referiré esta noche. Lo cité, por cierto, no sin controversia, el 21 de marzo.

            Pero una parte que le cito esta noche. Él decía: Nuestra dignidad nacional se halla ofendida y en peligro, tal vez, nuestra Independencia.

            Quizá para otro que no fuera Juárez, lo mejor hubiera sido no pelear; lo mejor hubiera sido no meterse con ellos. Mira, qué poderosos son los franceses. Lo mejor hubiera sido claudicar. No para Juárez. Estoy seguro que ni siquiera se lo planteó. Ni siquiera pasó por su mente en aquél momento. Y así fuera el Ejército más poderoso del mundo, había que hacerle frente.

            Francia, además, había ido mucho más allá en los reclamos. Invadieron nuestro territorio, y Juárez tomó la decisión correcta, la difícil, la cuesta arriba, la de la adversidad. La decisión correcta, de defender la soberanía nacional, de defender nuestra Independencia, de preservarla fuera de cualquier dominio extranjero.

            Por contraste, las fuerzas francesas se desplazaban con ostentación, con jactancia, con petulancia. Lo describe, por ejemplo, aquella frase de quien comandaba el ejército galo, el Conde de Lorencez, en su paso de Veracruz a Orizaba, y de ahí, a este lugar.

            A sus superiores les envió un correo en que, ni más ni menos, les informaba, entre comillas, que ya era dueño de México. El Ejército de Oriente, recién formado por el propio Zaragoza, a órdenes de Juárez, se integraba a toda prisa y a toda marcha. Lo mismo fuerzas más regulares y con militares, también, aviesos, como era el propio Porfirio Díaz, entonces, con el Ejército de Oaxaca, o el Primer Batallón de Michoacán, por supuesto.

            En aquel tiempo, que tropas integradas por ciudadanos indignados frente a la ocupación, como los veracruzanos, que armaron su ejército, o aquí, desde luego, los indios zacapoaxtlas y otros grupos, otras comunidades que se unieron a aquella batalla.

            En la madrugada de aquel día, el General Zaragoza exhortó a sus tropas, y pienso que esa fue la mitad del triunfo, aparte de su ingenio y de su talento, de la Batalla del 5 de Mayo.

            Retomo lo que señalábamos esta tarde y lo que hoy señalaba el Gobernador. Creo que no había peor desafío que el ser invadido por la Nación más poderosa del mundo y, sin embargo, los mexicanos de entonces lo enfrentaron y, para sorpresa de muchos, los vencieron.

            Yo creo, amigas y amigos, que a nosotros nos toca, también, enfrentar los desafíos de nuestro tiempo, considerablemente menores a aquellos. Y vaya que los hemos tenido.

            El embate virulento, feroz, estúpido, irracional, de la delincuencia organizada, con su violencia y su agresión a la sociedad y a los mexicanos más vulnerables.

            La peor crisis económica que recuerden las generaciones presentes, la que ha acabado con economías desarrolladas y poderosas, lo mismo que Grecia, o Irlanda, o España, o Portugal.

            Y nos ha tocado enfrentar la peor pandemia de este Siglo XXI, aquí aparecida, por lo menos oficialmente, porque el nombre científico es A/H1N1 California 09. No sé por qué.

            Nos tocó enfrentar, amigas y amigos, sequías e inundaciones, las peores que haya visto México.

            Quizá para otra Nación y quizá para otro pueblo, no esos desafíos en su conjunto, cada uno de ellos hubiera sido suficiente para derrotarlo y para convertirlo en lo que, incluso, algunos se atrevieron a decir de nuestro México, convertirlo en un Estado fallido.

Por supuesto, que, tan no lo somos, que no sólo ninguna de ellas, sino ninguna junta de ellas, ni ellas juntas, esas adversidades, han podido derrotar al país.

            Antes bien, amigas y amigos, hoy, que celebramos 150 años de la Batalla de Puebla y del triunfo de México, veamos el México que tenemos.

Tenemos un México con una democracia vibrante, una democracia plural, donde se puede seguir, precisamente, la máxima citada por el Gobernador, del General Negrete, de que en esa pluralidad, se tiene Patria antes que partido.

            Tenemos, sí, un pueblo que ha sufrido los embates de la crisis, pero también hoy, la mexicana es una economía que crece y genera empleos. Y aún con esa adversidad, México logra metas sociales, incluso no alcanzadas por muchas naciones en desarrollo, como la cobertura universal de salud.

            Sobran los dedos de una mano para contar los países en desarrollo que la han alcanzado e, incluso, naciones poderosas, como los propios Estados Unidos, no tienen cobertura universal de salud.

            Hoy, hay millones de americanos, muchos hispanos, muchos afroamericanos que no pueden enfermarse o accidentarse, porque si no tienen dinero para pagar un hospital, no tendrán esa cobertura.

            Hoy, en cambio, nosotros estamos orgullosos que los descendientes de aquellos bravos zacapoaxtlas, sí, viven en pobreza, pero tienen garantizado un médico, una medicina, un hospital y un tratamiento cuando lo necesitan.

            Hoy, México, amigas y amigos, enfrenta la adversidad del cambio climático, pero a la vez se transforma, precisamente, en un país líder en el mundo, que es reconocido por las Naciones Unidas como Campeón de la Tierra, por el programa, precisamente, de liderazgo ambiental; por el Congreso americano, precisamente, por el liderazgo en materias ambientales. Porque aquí, en México, se gestó el Fondo Verde, que es el primer instrumento verdaderamente válido después del Protocolo de Kyoto, para enfrentar el cambio climático.

            Y lo mismo pasa con la inseguridad. Tenemos problemas serios, sí. Pero también, hoy, amigas y amigos, a través de un combate decidido frente a los que son ahora los enemigos de México, a través de la construcción de instituciones como la propia Academia de Policía aquí, en Puebla, de carácter nacional, que hoy visitamos.

            A través de la edificación de oportunidades para jóvenes en escuelas, universidades, hospitales, centros de esparcimiento, hoy estamos sembrando la semilla de un México nuevo y un México mejor.

            Ese México vendrá, amigas y amigos, y será el México próspero, justo, libre, que soñaron los Padres del País. Que soñó Juárez, y que, estoy seguro, estaba en la mente de Zaragoza al amanecer de aquél 5 de mayo, cuando arengaba a sus muchachos, a sus tropas a ir contra el enemigo, sin temor y con pleno patriotismo.

            Y creo que en aquellas sagradas palabras de Ignacio Zaragoza, está el santo y seña, y la consigna para todos los mexicanos de aquél 1862, pero para los mexicanos de hoy, del 2012.

            Valdría la pena, quizá, hoy que oíamos aquella magnífica obertura de Tchaikovsky, 1812, en el que se narra la derrota del ejército francés por los rusos, por el invierno ruso primero, y luego, por las tropas rusas, después.

            Y donde aparece, al mismo tiempo, La Marsellesa y los vestigios de himnos y canciones rusas, y las campanas al vuelo de un pueblo victorioso, y los cañones del fragor de la batalla. Bien valdría, quizá, tener la propia Obertura 1862 o 5 de Mayo. Habrá que convocarla, desde luego, Gobernador, y lo haremos.

            Pero, mientras eso ocurre, y con esto termino, lo que debe quedar bien marcado en nosotros los mexicanos son las palabras de Zaragoza, que he citado y habré de citar una y mil veces, porque ojalá queden grabadas en el corazón y en la conciencia de los mexicanos.

            Asumámoslas frente a los desafíos que vive México, como palabras dichas por el inmortal Zaragoza, a todos y cada uno de nosotros.

            El arengó a los soldados mexicanos con estas palabras, y con ello termino: Soldados, hoy vais a pelear por un objeto sagrado, vais a pelear por la Patria. Yo prometo que en la presente jornada, conquistaréis un día de gloria. Nuestros enemigos son los primeros soldados del mundo, pero vosotros sois los primeros hijos de México y os quieren arrebatar vuestra Patria. Soldados, leo en vuestra frente la victoria.

No hay comentarios: