lunes, 4 de julio de 2011

PASILLOS DEL PODER

Pasillos del Poder
César Augusto Vázquez Chagoya
Leanos en www.pasillosdelpoder.com
www.enlaceveracruz212.com.mx
vazquezchagoya@prodigy.net.mx
4 de JULIO de 2011

SOLALINDE Y EL MIEDO A LA CONDENA INTERNACIONAL

La llegada del sacerdote católico Alejandro Solalinde Guerra a la ciudad de Xalapa, para entrevistarse con el gobernador de Veracruz Javier Duarte de Ochoa, nos agarró viajando, estando al tanto por medio del internet por banda ancha.

De repente vimos en la carretera un camión de la línea de Autobuses de Oriente (ADO) de dos pisos seguido de un camión con aire acondicionado del Frente Liberal Sindicalista de la sección 10 del sindicato petrolero de Minatitlán.

No era raro que los petroleros vinieran a Xalapa con la llegada del sacerdote, ya que Solalinde había manifestado que había hecho una alianza con Minatitlán para frenar los abusos contra inmigrantes y aunque no se ha erradicado, se ha avanzado de manera significativa.

En Minatitlán, somos nativos: tecos, chocos o la mezcla de todos. Se ha de recordar que el norte de Tabasco y el sur de Veracruz era el antiguo territorio de Tehuantepec, y desde la colonia hasta los gobiernos actuales, es un sueño conectar por el cinturón más angosto de la republica los océanos Pacifico y Atlantico.

Porfirio Díaz Morí, el dictador, fue el que más se acercó al sueño con la alianza con los ingleses Pearson, al unir al istmo de Tehuantepec por medio del ferrocarril en el 1902, creando los puertos de Salina Cruz, Oaxaca, y Coatzacoalcos, Veracruz. Para tal fin se trajeron chinos. Fueron cantones de esta porción de tierra Minatitlán y Tehuantepec.

Díaz Morí, quien también era socio de los ingleses en la refinería de Minatitlán, era originario de Tuxtepec, Oaxaca, población de la cuenca del Papaloapan, ciudad que junto Tlacotalpan, eran las favoritas del presidente de la república. También tenía una amante en Tehuantepec, llamada Doña María Cata, además de traer como guardias a juchitecos, raza brava que ni los españoles pudieron doblegar. Al lado de Juchitán, está Ixtepec.

A los originarios de esta región se les llama “tecos”, por ser juchitecos. El flujo entre los habitantes del Istmo de Tehuantepec fue natural, pero se acrecienta con el desarrollo de la industria petrolera al crearse campos petroleros como Francita, Nanchital, Agua Dulce, San Cristóbal, Las Choapas, todos asentados en Veracruz.

El flujo de oaxaqueños a la zona sur del suelo jarocho se acrecienta con la llegada al poder sindical petrolero de Minatitlán a partir de 1945. Llegaron los oaxaqueños haciendo los trabajos más rudos. Eran “Los Pelones” de las compañías que trabajaban para PEMEX. Un familiar se llevaba a otros y llegaron a todo el sur de Veracruz y ahora están en todo el sistema petrolero nacional. De ahí es que conocemos el matriarcado en Juchitán, de sus famosas fiestas de tres días, las candelas, regadas de frutas, etc.

Gracias a los istmeños, en la mayoría de las poblaciones del sur no hay clases sociales y los únicos que no se han integrado son los empleados que representan a PEMEX. Los nativos, los chocos (como se les llama a los tabasqueños y a las poblaciones que toman el cacao por medio de una bebida llamada “Popo”) conviven en sus fiestas y en sus llantos; por eso Alejandro Solalinde encuentra eco en los paisanos en Minatitlán y sin duda se unen todas las asociaciones del istmo oaxaqueño en el sur de Veracruz, quienes no desconocen el maltrato a los inmigrantes.

Todo se agudiza en los años ochentas del siglo pasado porque aparecían muchos cuerpos humanos destrozados por el tren. Los de Migración decían que se habían caído del tren. Los centroamericanos buscaban siempre evadir la pequeña caseta de Migración en la entrada de Acayucan rumbo a Minatitlán.

Entonces nacen las rutas del tren, la de navegar desde la presa de Malpaso, Chiapas, para llegar a Las Choapas y Agua Dulce. De ahí las rutas por el Valle del Uxpanapa, el área rural de Minatitlán y la Sierra de Soteapan. Comenzó después, el fenómeno de encontrar muertos en camiones abandonados, las agresiones de policía municipales a carros de inmigrantes, las extorsiones, violaciones, etc.

El relajo lo empiezan los funcionarios de Migración, los imitan los dueños de ranchos, mayorales y las policías municipales. La policía estatal, que en su mayoría son indígenas de diferentes partes del estado, le son indiferentes los centroamericanos, hasta se puede decir que los ayudan, pero en general ya el problema se convirtió en un genocidio, con las agresiones también de la población civil.

Lo que derrama la gota del vaso fue la matanza de San Fernando, Tamaulipas: Solalinde levanta la voz y acusa que en Veracruz hay más muertos. Salen las fosas de Durango y Chihuahua y vuelve a embestir el padre del Ixtepec. Ahora Medias Aguas, congregación del municipio de Sayula de Alemán, que se ubica muy cerca del templo de Ixtepec entre la carretera de Acayucan a Salina Cruz, donde Solalinde denuncia que más de 150 centroamericanos fueron levantados por camionetas en ese lugar del suelo veracruzano.

Los datos los obtiene de los mismos centroamericanos que regresan a su refugio de los Hermanos del Camino. La denuncia es atendida por los organismos nacionales, pero las autoridades federales lo desmienten diciendo que sólo son cinco los desaparecidos

El padre católico dice que en Xalapa encontró más eco en el gobierno de Veracruz que en las autoridades federales. ¿Por qué cierran los ojos, oídos y mentes al genocidio en contra de inmigrantes en el sureste del país? Miedo a una condena internacional. México ha sido sordo, ciego y retrasado mental en la problemática de los derechos humanos para el caminante internacional.

Niegan los hechos de Medias Aguas, porque viene la relatora de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Navi Pillay, pero además todavía es más grave con la detención en Coatzacoalcos de “Erasmo”, quien participa en la matanza de San Fernando, Tamaulipas.

La Procuraduría General de la Republica y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos no pueden por lo menos hacer una hipótesis que los centroamericanos pudieron o son utilizados en los sembradíos de enervantes de Sinaloa y Durango, para después ejecutarlos.

Lo que pasó antes y lo que pasa ahora, es genocidio. El padre Alejandro Solalinde tiene años que le seguimos los pasos y también los ciudadanos de la región del Istmo de Tehuantepec, por lo que lo último que se puede pensar es que mienta. Puede estar equivocado en datos, pero es el único que en el sureste mexicano en decir lo que pasa con nuestros hermanos centroamericanos.

El acuerdo del gobierno de Veracruz con Solalinde es hacer una campaña de concientización entre la población para proteger los derechos de los inmigrantes y otros acuerdos muy importantes, dan un paso firme a favor de los derechos humanos.

Ojalá que el gobierno federal, más que tener miedo a la condena internacional, entre en serio a proteger a nuestros visitantes temporales en busca del sueño americano, pero nada se resuelve ocultándolo.

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