Pasillos del Poder
César Augusto Vázquez Chagoya
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13 de MAYO de 2010
CASI CASTRAN A LOS ATLANTES
Según el estado mexicano, las instituciones de seguridad están muy pendientes de las instalaciones estratégicas del país para que no sufran ningún atentado de guerrilleros o del narco terror. No sabemos si el puente “Antonio Dovalí Jaime” (conocido mejor como “Coatza II”) no lo sea: a sus pies hacia Villahermosa, Tabasco, hay un asiento de un batallón del Ejército Mexicano en Ixhuatlán del Sureste.
Este puente --aunque nuevo-- tiene una gran historia, aparte que conecta al centro del país con el sureste de manera rápida y eficiente. Fue concebido en el gobierno del presidente José López Portillo, en pleno auge petrolero cuando era director de PEMEX Jorge Díaz Serrano.
Donde está el puente se le llamó mucho años “Paso Nuevo”, porque ahí se dio el encuentro entra la Malinche y su familia que la habían vendido a caciques de Tabasco. Ella iba acompañada por Hernán Cortes hacia las Hibueras. La Marina perdonó a su madre y a sus hermanos que venían de Painalá lugar que hoy se llama Jáltipan.
El majestuoso puente Coatzacoalcos II atraviesa el caudaloso río del mismo nombre. Era el orgullo de PEMEX, porque significaba que la abundancia petrolera que teníamos que administrar; comunicaba al sureste de la república ante la inoperancia del puente Coatzacoalcos número uno, que estaba saturado solo con el paso de los trabajadores a los complejos petroquímicos ubicados en Nanchital. El puente significaba el auge.
En la región había tanto dinero que subieron las rentas y no había hotel con cuartos disponibles. La construcción del puente Coatza dos hizo que PEMEX contratara historiadores para escribir un libro denominado “El Escondite de la Culebra”, de edición limitada, que cuenta la historia de la región petrolera del sur de Veracruz.
La euforia por el puente hizo que PEMEX construyera un parque al pie de la edificación, poniendo al centro dos atlantes desnudos, jalando cadenas, símbolo de la unión del centro de la república con el sureste. Viera usted qué impacto tuvo los atlantes en la región: caravanas de coches todos los días para ver las estatuas.
Se dice que las numerosas visitas se debían a que muchas mujeres iban a ver los enormes testículos con sus penes. La calentura pasó y el parque se convirtió por las noches en la visita constantes de parejas y no a pocas se les encontró haciendo el amor. Tal vez se inspiraban, por lo que la policía constantemente daba sus vueltas por el lugar; hoy como ya no les dan ni para la gasolina, el sitio se ha dejado sin vigilancia.
En estos días, tal vez unos eufóricos amantes de los fetiches, a los atlantes les quisieron cortarles los testigos con sus penes, pero sólo lograron llevarse una pierna. Bueno, tal vez con eso se conformaron, ya que algunos seres humanos se excitan con los dedos y las piernas de sus parejas.
En lo que al parecer es un evidente robo de bronce o de fetiches, resulta grave que individuos con toda facilidad, tiempo o complicidad se metieran con los atlantes en una instalación que se considera estratégica para la nación, tiene un batallón del Ejército al pie y nadie se diera cuenta. ¿Las demás instalaciones estratégicas estarán igual de cuidadas?
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