Crónicas
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30 de DICIEMBRE de 2010
MUJERES DEL PUERTO
David Fernández Brindis
Pablo Jair Ortega
Difícil desayunar en un pueblo donde todos los platillos son manjares a la marinera; difícil negarse a la sonrisa ingenua de quien te vende juguetitos de madera y se persigna ante la primera venta.
La plaza luce semivacía a las 10 de la mañana. Debe ser --confirmo por fuentes locales-- que aquí la vida es nocturna, rumbera; darse la vuelta por la Plaza es para ver cientos de personas: chiquillos, chiquillas (ciertamente), padres de familia y gente de edad madura que caminan de aquí para allá, dos vueltas y de regreso.
Ahí se instalan armatostes, gradas, templete, presidium para la toma de posesión de Carolina Gudiño Corro como la primera mujer alcaldesa del puerto de Veracruz. Caras conocidas desde el sur y nos saludamos como tal: “¡Quiooovo, caon!”
Neta, ¡véngase pal Zócalo de Veracruz! ¿Qué demonios hace varado por la nieve allá en Francia o Nueva York? ¿Para qué espera una nueva balacera simultánea en Nuevo León? ¿Para qué quiere, usted defeño, sufrir con los granaderos que no le hacen nada al SME, pero bien que arremete contra vecinos inconformes?
Carajo, véngase mejor para el puerto. Aquí lo recibe el solecito de fin de año, que este día 30 tuvo varios amaneceres bellos, como sólo sucede en tierra jarocha.
Venga a ver a esa extranjera ya entrada en años, camisa amarilla que dice MARQUETTE; hermosa hasta con canas, mueve el piecito al ritmo de la marimba… ¡Ay wey, creo que es monja! Perdón…
Entonces venga a ver a las morenas jarochas tomando su lechero en el Gran Café del Portal, comen nieve, coquetamente miran y sonríen con sus lentes oscuros atorados en la melena. Lentamente bajan el brazo, toman la cuchara con delicadeza y llevan sabor frío a la boca, que se les derrite, mientras juntan sus manos y las estrechan cerca de la boca que saborea una delicia: acaricia una fruta ya diluida. Le encantó tanto, que sus dedos del pie se erizan moviendo hasta el tacón de la zapatilla.
Amparados en el tintinar de las cucharas y los abrazos de fin de año que se dan los amigos, la gente grande se ríe a carcajadas contando alguna majadería en voz baja.
---Oye, jefe, te pedí otro lechero--
---Otro lechero, sale--
Pasa el rato y nada. Los meseros se divierten haciendo como que bailan en pareja, y sigo esperando lechero… Llega el garrotero y me explica que es refill (relleno), que hay que tocar con la cucharita. Mea culpa.
Sentado en el café, se mueven cosas del pasado: las mariposas que ya andaban por el colón regresan al estómago. Lo que hace el Internet, ¿verdad? Digo, uno llega al Zócalo y con esto de la modernida’ uno llega con la “lactoc” o el celular y se conecta con cuanto módem hay en el centro. Uno solamente se sienta, pides aromático y a ponerse a leer o a chelear.
Entre mañanitas tocadas con baquetas marimberas, todo mundo entra fascinado a Los Portales para ver el nacimiento que es una villa navideña en miniatura. Yo, nel, vine a ver a las gringas, la mera verdad.
Batucada llega a meter desorden y la marimba se calla, más por necesidad que por ánimos. Interrumpido “Nereidas” por una sarta de tamborazos brasileiramente malogrados.
Frente a la Parroquia está una catedral de nuestra señora de la Asunción que no termina de remodelarse. Ahí, ante un altar de mosaicos pintados destruidos y amontonados al más puro estilo de los “maistros”, están San Martín de Porres y Nuestra Señora de la Asunción recibiendo con veladoras a una chica que tiene tatuada la espalda.
Al lado, Nuestra Señora del Líbano y San Chabel Majluf, a quien le dejan amarradas en la reja decenas de cintas de colores con peticiones: “Te suplico q los problemas de la casa de mi abuela secen (sic) que ya no haya odio entre ellos”. El imperio otomano presente en los candelabros y el altar regalados.
Adoradas sean las chanclas patas de gallo, las ropas ligeras, que hacen ver a las musas más interesantes y poco desnudas dentro de lo pudoroso. Y es que el calor amerita que los autores mediocres como uno no dejen de estar volteando para todos lados a donde seguramente Agustín Lara y Adolfo Ruiz Cortines se la pasaban echando taco de ojo. Por algo uno era poeta, por algo el otro venía caminando desde lejos al Diligencias.
Usted perdone si uno se ve irrespetuoso, pero el puerto tiene de seguro un embrujo de Nueva Orleans, donde los negros no dejaban de hacer cánticos a su Mojo. Y si uno es jarocho, pues hay tantita sangre africana… Bueno, es pretexto pa’ chulear mujeres. Y si no me cree, ahí está sentado en el café un chamaco de 80 años que viene a lo mismo que uno. También está Muddy Waters: “Got my mojo working but it just won't work on you”.
La música y la risa es el alimento del alma, pero no solamente hay cuerpos, también hay almas brillantes. Mujeres tan hermosas, como audaces: ahí tiene a la Dra. Ida Rodríguez Prampolini, quien le diera una soberana madrina al entonces alcalde Jose Ramón Gutiérrez de Velasco por andar cerrando el paso a los portales.
Yuri, más conocida en todo el país y continente americano desde que andaba cantándole al osito panda Tohui.
Pero cantantes, cantantes (con todo respeto para la güera de “Maldita Primavera”), la desaparecida María Antonieta del Carmen Peregrino Álvarez, mejor conocida como "Toña La Negra", quizás la mejor voz femenina para bolero en la historia, perteneciente a esa elite de la época dorada de la radio; hermana también de Doroteo Peregrino, a quien allá por sus años mozos le regaló un rubí sangre de pichón, y éste se lo regaló a su compadre Nicolás allá en Minatitlán, abuelo de quien esto escribe.
Originaria de Puente Izcoalco, Medellín, Graciana Silva “La Negra Graciana” es picardía pura; buena para el arpa y la versada en décimas, virtuosa de la improvisada, es jarocha pura que anduvo por los portales. Otras mujeres escapan a la memoria, pero estas son algunas de tantas estrellas de mar.
MAÑANA, CAROLINA
En el centro del parque ya están las vallas metálicas. Brotan las cámaras en las jardineras como parte del paisaje. Entre unas y otras marcha una batucada escandalosa. Guiados por un joven vestido de mujer.
-¿Eso es normal? –le pregunto a Angélica González, quien vende artesanías con su hija y su nieta.
-No. Sólo lo hacen en fin de año. Se disfrazan y tocan la batucada. Es para preparar la quema del viejo –dice. Entre todas las emociones que le brinda a uno el puerto, no todos recuerdan que es fin de año.
Angélica González vive en el fraccionamiento Villa Rica, una de las colonias afectadas por el huracán Karl. “A nosotros no nos pasó nada”, cuenta “pero mucha gente quedó en la calle. Se volaron sus techos. Pero Carolina estuvo al pendiente de nosotros”.
Angélica relata que Carolina Gudiño Corro mandó colchones y comida inmediatamente. Después, mandó material para reparar las casas, y apoyos económicos.
“Carolina apoya mucho a la gente, a las mujeres y a la juventud”, platica Angélica. “A una mujer de la colonia, Beatriz Lozano, la apoyó con medicamentos y hospitalización”. Beatriz padecía problemas respiratorios. “Cuando hay casos de mujeres agredidas, ella siempre las apoya”, dice.
“Yo la vi trabajando”, cuenta a su vez Francisco Javier Enríquez, el mesero que siempre nos atiende en el Regis. Él vive en el infonavit Buenavista. Relata que cuando Carolina Gudiño Corro era diputada mandó a arreglar las casas y los drenajes. La Buenavista también se vio afectada por Karl, y Carolina Gudiño Corro también estuvo ahí. “Mandó colchones, comida, laminas”, enumera Francisco. “Yo la vi trabajando, y como presidenta va a trabajar mejor”.
“¡¿Carolina Gudiño?!”, interrumpe Joaquín Cano, dueño del Regis. “A esa mujer la adoran”, agrega, “a mis cocineras, cuando han tenido problemas las ha apoyado. A través de su asociación las orienta en problemas legales. Y tengo amistades a quienes ha ayudado mucho”, dice y me mira: “¿qué te vamos a servir?”.
Pido dos tortas de jamón serrano y una de milanesa, “para llevar por favor”. Mientras espero, en la plaza se prueba el equipo de sonido. Forman las sillas blancas como soldaditos frente a la tarima que colocaron hace un rato los obreros. Una joven espera sentada con un refresco en la mano, en breve llega un chavo saltando la cerca metálica. Cruzó el zócalo brincando las gradas. Las tortas estaban ricas.
Tonteo por el parque. Un bolero me llama desde la catedral. Un bolero de zapatos, no del otro.
---Esos zapatos se pueden lavar --me dice-- con jabón de calabaza.
---Venga a nos tu reino, ya les hacía falta-- contesto y me siento.
José Luis Maceda, tiene 68 años de edad. Fue viajero, presume que conoce toda la republica, “y aunque no estudié, eso me ha ayudado a sobresalir”. Enviudó hace 14 años, aunque se volvió a casar y ahora tiene una niña de cuatro años: “Por ella estoy aquí”, dice. Cuenta que su gran afición es la lectura y compra un periódico. Lo ojea: “es mentira eso de que el dólar cuesta 12 pesos, cuesta 12 mil. Antes el aceite te costaba 80 centavos, ahora 16 pesos, la leche la comprabas el litro a 15 centavos ¡ahora 15 pesos!”, exclama y sigue boleando.
“Esperamos lo mejor de Carolina Gudiño”, dice, “es una mujer preparada, con facilidad de palabra. Yo la veo muy positiva. Le deseo el mejor de los éxitos, se lo ha ganado a pulso”.
Doy otra vuelta. Me encuentro a un amigo periodista. Saludos y abrazos. Anda poniendo cámaras de televisión. Luego me detengo a fotografiar una hostess. Ahí cerca tocan la marimba, y hago plática con Raymundo de Jesús Cabrera, delegado de Marimbas. Yo quiero que me hable de marimbas, pero él quiere ver la foto de la chamaca. Termina diciéndome que lo mejor que le puede pasar al puerto es que entre una mujer como alcaldesa: “Es un buen cambio. Puro hombre está canijo”.
“Carolina Gudiño Corro”, me cuenta, “es una excelente persona. En la colonia Hidalgo llegó a apoyarnos ahora en la pasado contingencia”, dice. Me platica de las despensas y las laminas que mandó para la colonia. “por eso la flota votó por ella, porque siempre ha tenido palabra. A nosotros nos prometió apoyar a la marimba, y confiamos que así será”.
Mañana se acaba el año. Se espera más batucada en el parque, quema de viejos, fuegos artificiales, turistas bailarines. A las 11 de la mañana Carolina Gudiño Corro será nombrada presidenta para el júbilo jarocho. A las 11 de la noche los vendedores levantarán sus puestos.
A la medianoche ya no habrá ni taxis, el zócalo semivacío sólo albergará a los comensales que salgan de los restaurantes. La gente estará brindando y comiendo en compañía de su familia hasta tarde, luego irán al malecón: aquí en Veracruz es tradición ir al bulevar a ver el amanecer del nuevo año. El nuevo comienzo con Carolina Gudiño Corro.
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