Alfil
Pagés y la cultura de la legalidad
Por Roberto Piñon Olivas
Los premios a periodistas deben entregarse entre pares.
Esta es una máxima practicada desde la
fundación del foro de periodistas de chihuahua y que a nivel nacional son
ejemplo tanto la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos como el
Club Primera Plana.
Además de la medalla José Vasconcelos, el Premio México
de Periodismo y los reconocimientos que entregan dichas instituciones
gremiales, hay en el país otros premios que son ejemplo. Uno de ellos es el
Premio Nacional de Comunicación que entrega la Fundación José Pagés Llergo
desde el año 2001 el cual se conservo inalterable reconociendo géneros
periodísticos hasta el año pasado.
A partir del año 2011 reconoce la actividad periodística,
política, de las ciencias sociales, la ecología, la cultura, entre otras
expresiones humanas que utilizan la imprenta y en general la comunicación
social para transmitir opinión y, creo, construir comunidad.
Es decir, se premia la comunicación como un instrumento
para compartir, solidariamente, el pensamiento y la obra que nos hace, primero
cuestionarnos, y luego construir e incluso, modificar conductas, pensándonos,
tal como somos, integrantes de una colectividad, profundamente
interrelacionada, vertical, horizontal y transversalmente, en una visión
orgánica de compromiso mutuo.
Resulta relevante destacar, en el pensamiento de los
diseñadores del premio, ampliar el mismo, permitiendo reconocer los esfuerzos
editoriales, que fuera del estridentismo de la nota principal, la contundencia
del reportaje a profundidad, el color de la crónica o la sagacidad
argumentativa del articulo de fondo, reconoce los esfuerzos editoriales que a
simple vista se antojan tímidos o de bajo impacto, pero a la larga, se
convierten en una suerte de periodismo trascendente por su gran relevancia en
el fortalecimiento de los valores ciudadanos.
Recibir un premio de esta naturaleza impulsa a las casas
editoriales a continuar los proyectos, pero mas importante, obliga a repensar
la necesidad de impulsar políticas editoriales con mayor sentido ético y moral
social: es decir, alienta y promueve la repetición de acciones desde la
comunicación social, en una visión de alto compromiso, una especie de
filantropía comunicacional.
No es la primera vez que un medio de comunicación
chihuahuense obtiene un premio nacional, pero haberlo logrado desde la ventana
de un espacio que impulsa la cultura de la legalidad es para El Heraldo de
Chihuahua motivo de confirmación de una adecuada política editorial transversal
de beneficio a la comunidad.
Su director, Javier Contreras Orozco ha emprendido
diversas acciones de comunicación demostrando que es posible hacer periodismo
con sentido comunitario: un periodismo comprometido que nada tiene que ver con
información sensacionalista y amarillista.
La cultura de la legalidad es un pendiente en la
evolución de los pueblos. Una cultura que no debe ser entendida como el
cumplimiento ciego a la norma, sino una aceptación consciente de la necesidad
de cumplir espontáneamente, en función del interés general, una norma, que idealmente
es legitima desde el punto de vista material y formal.
Una cultura de la legalidad, que en los pueblos
desarrollados, lleva al compromiso moral de rechazar una norma por contradecir
los principios fundamentales que dan vida a una sociedad como es el caso de la
libertad, aun y cuando se haya cumplido impecablemente con el proceso
legislativo.
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